La Asamblea General de la ONU apura los últimos esfuerzos diplomáticos para lograr al menos un cese temporal de las hostilidades. Mientras tanto, sobre el terreno tanto la milicia chií libanesa de Hezbolá como las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) aumentan la apuesta bélica con consecuencias imprevisibles.

Por lo que respecta a Hezbolá –actor dominante, tanto en el plano político como militar, en el país de los cedros– hace meses que anunció su intención de sumarse a la causa palestina con la intención de forzar a las FDI a detener su operación militar en Gaza. Sus frecuentes lanzamientos de cohetes y misiles sobre territorio israelí han provocado la evacuación gubernamental de unos 60.000 israelíes de las zonas más próximas a la frontera común y el traslado de otros 20.000 hacia zonas más seguras.

Tras el duro golpe sufrido con los ciberasesinatos de los últimos días, las huestes del recientemente abatido Hasan Nasrallah han intensificado esos lanzamientos, aunque limitados a unas decenas de cohetes y misiles. Los ataques en su mayoría han sido neutralizados por los sistemas de defensa antiaérea israelíes, y apenas han provocado víctimas o la destrucción de infraestructuras físicas. La pauta de comportamiento seguida por el grupo terrorista desde hace tiempo da a entender que es altamente previsible que responda a las contundentes represalias israelíes. Eso sí, procurará hacerlo al menor nivel posible para no disparar una escalada en toda regla. Dada la enorme superioridad tecnológica y operativa de las FDI, no hay duda de que saldría muy malparada en este escenario.

Hezbolá posee decenas de miles de artefactos que pueden saturar la defensa antiaérea israelí si se lanzan salvas mucho más numerosas. Además, cuenta con misiles muy sofisticados que tienen todo el territorio de Israel a su alcance. Sin embargo, los ataques artilleros siguen siendo relativamente escuetos,…