En un país conocido por su mala cobertura social, la mayoría de los trabajadores deben contar con planes privados para evitar un desplome de sus ingresos cuando se retiran. Actualmente, la tasa de sustitución (primera pensión pública sobre el último salario) se sitúa en el entorno del 40%. Esto significa que los trabajadores pierden el grueso de sus ingresos al entrar en el sistema público de pensiones.
Históricamente las empresas americanas habían ofrecido a sus trabajadores el modelo conocido como “plan de beneficios definidos”. Se trata de un plan de empresa tradicional (pilar II del sistema de pensiones) por el cual, la empresa realiza una aportación cada mes a un fondo que posteriormente pagará la pensión por una cuantía que esté previamente fijada. Este sistema tuvo un gran auge en los setenta e inicios de los ochenta, pero desde la segunda mitad de esa década empezaron a prosperar los planes de contribución definida.
Se trata de vehículos de ahorro similares, pero que no tienen una pensión garantizada desde el inicio de la inversión y las dotaciones al mismo dependen de la voluntad de cada trabajador. Este sistema es más flexible, ya que permite al trabajador determinar la parte de su salario que se retiene, así como los activos en los que se invierte este dinero. Sin embargo, a largo plazo ha provocado un grave deterioro en el volumen de ahorro de los trabajadores, que optan por quedarse con el dinero en lugar de ahorrarlo.
El ahorro más habitual de los trabajadores de la Generación X para su jubilación apenas supera los 40.000 dólares. Una cifra que no permitiría ni un año completo de vida en muchas ciudades estadounidenses. Además, cerca de un 40% de los trabajadores no tiene ni un dólar ahorrado en sus planes de contribución definida (el más…