Detrás de los regímenes Nicolás Maduro en Venezuela y de Daniel Ortega en Nicaragua se encuentra un actor central que, sin embargo, apenas aparece en escena: Cuba. Maduro se formó en la escuela de cuadros del Partido Comunista cubano, que promovió su ascenso en el entorno de Hugo Chávez.
A su vez, los hermanos Ortega. Daniel y Humberto, recibieron entrenamiento militar en la isla cuando preparaban la insurrección sandinista contra la dictadura de Anastasio Somoza. Aunque no son regímenes marxistas-leninistas como el cubano, el chavista y el sandinista de Ortega se parecen cada vez más al castrista, el caso más atípico de las autocracias regionales.
Las elecciones libres son un recuerdo borroso en la memoria de los cubanos. Las últimas en la isla se celebraron en junio de 1948. A partir de entonces, las que existen son con candidaturas únicas preseleccionadas según criterios de idoneidad ideológica. La reforma constitucional de 2019 se diseñó para garantizar la continuidad del régimen de partido único. Según el artículo 86, las autoridades electorales deben “hacer patente, en todo momento” su lealtad al sistema político castrista.
La influencia cubana no se limita a sus vecinos caribeños y latinos. De hecho, la política interna en Florida no se entiende sin la diáspora cubana del “Sunshine state”, que elige a 29 de los 538 compromisarios del Colegio Electoral, los mismos que Nueva York y solo después de California (55) y Texas (38).
Debido a sus raíces familiares en Jamaica –su padre, Donald Harris, nacido en la isla, fue el primer profesor negro de la facultad de Economía de la Universidad de Stanford y asesor del gobierno de Kingston–, no sería extraño que una eventual administración de Kamala Harris recupere las políticas aperturistas hacia Cuba de Barack Obama y que abandonaron Donald Trump y Joe…