En las últimas semanas Kiev ha atacado infraestructuras sensibles del sistema energético ruso y varios blancos militares –bases aéreas, instalaciones logísticas y centros de mando y control– mientras mantiene una pequeña zona de Kursk en sus manos. Además, como acaba de señalar el presidente Volodímir Zelenski, a pesar de todas las dificultades derivadas de los frecuentes bombardeos rusos, su sector industrial de defensa ya le permite fabricar el 34% de todo el equipo, material y armamento que usan sus fuerzas. Hace dos años solo llegaba al 10% (el restante 66% se lo proporciona, a partes prácticamente iguales, Estados Unidos y los aliados europeos).
En consecuencia, podría dar la sensación de que aumentan las opciones de derrotar a su enemigo y de recuperar la plena integridad territorial. En esta línea iban las recientes declaraciones de su jefe militar, Olexander Syrskyi, de que Rusia está fracasando en su intento de conseguir sus objetivos estratégicos en todos los frentes.
Por otra, Moscú anuncia el avance de sus tropas, tomando el control de nuevas localidades como Kurakhove (Donetsk), y mantiene un alto nivel de ataques artilleros y aéreos contra diversas ciudades ucranianas. Rusia busca la destrucción de los sistemas de generación de electricidad y la desmoralización de la población civil. Esta aparente dicotomía no puede ocultar, sin embargo, que el tiempo sigue corriendo a favor de Rusia, que sigue conservando la iniciativa estratégica, por mucho que Ucrania logre resistir férreamente.
Hay quienes opinan que ese mismo paso del tiempo puede volverse en su contra. Sigue empeorando la situación económica rusa, con unos tipos de interés del 23%, una inflación que llegó al 9,4% en 2024, un rublo en caída libre y unas previsiones de seria reducción del crecimiento económico para este año que comienza. Al ritmo actual, cabe preguntarse cuánto tiempo más…