Este ha sido el resultado más visible del acuerdo entre el que fue en su día máximo responsable de Wikileaks y el Departamento de Justicia de Estados Unidos. Una resolución que no ha generado una opinión unánime, como todo lo que rodea su figura, en la medida en que para unos es un héroe que debería ser ensalzado universalmente y para muchos otros un delincuente que puso en grave peligro la seguridad nacional.
En clave personal no puede caber ninguna duda de que para el propio Assange y sus allegados se trata de una magnífica noticia que pone fin a un calvario que ha podido costarle la vida o, al menos, una condena que podría haberse elevado hasta los 175 años. Assange, que fue acusado de 18 cargos, recupera su libertad tras sufrir persecución, traición y encarcelamiento, además de varias crisis personales que le llevaron al borde del suicidio. Ahora, siguiendo las palabras de su mujer y abogada, Stella Assange, podrá seguir “manteniendo sus principios sin miedo”.
Pero, para llegar a este punto, ha tenido que reconocerse culpable de violar la Ley de Espionaje (de 1917), conspirando para lograr información clasificada que afectaba a la seguridad de EEUU con el objetivo de publicarla. Assange defendió durante años que nunca había cometido ningún delito, dado que se había limitado únicamente a difundir la información clasificada que había llegado a sus manos, sin piratear o traspasar los sistemas de información gubernamental estadounidenses.
Cabe recordar que quien fue identificada (y condenada) como principal fuente de información de lo que entonces se denominó el Cablegate fue la activista trans Chelsea Manning, conocida antes de 2013 como el soldado Bradley Manning. Manning fue indultada en 2017 por Barack Obama tras ser condenada a 35 años de cárcel.
Ese reconocimiento de culpabilidad es…