Las acciones del ejército israelí no solo incluyeron ataques terrestres y aéreos, sino también la destrucción de carreteras para evitar la salida y entrada en la localidad, la ruptura de las redes de suministro de agua y electricidad y la prohibición de circulación a las ambulancias que trataban de socorrer a las víctimas. El balance cosechado se resume en 12 muertos palestinos (tres menores entre ellos) y un soldado israelí, centenares de heridos, 120 detenidos, más de 3.000 nuevos desplazados forzosos y un campo de refugiados, en el que malviven unas 14.000 personas en menos de medio kilómetro cuadrado, aún más arrasado de lo que ya lo estaba desde el inicio de la ocupación israelí iniciada en 1967.
No es la primera ni será la última acción armada de Israel en el Territorio Ocupado Palestino. La decisión de desencadenarla se produce en un contexto de creciente tensión, acelerada aún más desde…