Descartada, por imposible, la opción militar para impedir que Irán siga adelante con su programa nuclear y fracasada la estrategia de “máxima presión” aplicada por Donald Trump, le corresponde ahora a Joe Biden tomar el relevo para intentar evitar que Teherán traspase una línea roja de imprevisibles consecuencias. Y aunque todavía no hay hechos que permitan el más mínimo relax, se detectan algunas señales que apuntan a la voluntad de explorar la posibilidad de volver a un compromiso mutuamente aceptable.
A este punto se ha llegado, no cabe duda, por el empeño de Trump –con el notorio respaldo de Israel y Arabia Saudí– de incumplir el acuerdo nuclear firmado por su antecesor Barack Obama en julio de 2015, junto a Alemania, China, Francia, Reino Unido y Rusia. A pesar de que Irán cumplía escrupulosamente todas sus obligaciones, según el propio Organismo Internacional de Energía Atómica, en mayo de 2018 Washington decidió desentenderse del acuerdo y volver a imponer sanciones unilaterales (presionando al mismo tiempo al resto de la comunidad internacional para que se sumara a ese equivocado camino). Y, aún así, Teherán siguió ajustándose a lo pactado hasta un año después, cuando constató que el resto de firmantes ni lograron…