Con más de 400 personas muertas y más de 15.000 detenidas, el régimen iraní parece haber entendido que la protesta que arrancó tras la muerte de Mahsa Amini, el 16 de septiembre, no se va a frenar por mucha represión que se ejerza sobre una población que sufre desde hace décadas un radical deterioro en sus condiciones de vida, tanto en términos de bienestar como de ejercicio de los derechos más básicos. Este reconocimiento no significa, sin embargo, que el tándem Alí Jamenei-Ebrahim Raisi esté dispuesto a variar sustancialmente el rumbo adoptado desde el arranque de la revolución liderada por el ayatolá Jomeini, hace casi 44 años, con la instauración de la República Islámica.
Por un lado, la población ha dado sobradas muestras de hartazgo en estos últimos tres meses con gestos tan llamativos como quitarles el turbante a clérigos chiíes en plena calle o, mucho más significativo,…