A finales de septiembre, un comunicado de la Nunciatura y la Conferencia Episcopal anunció la expulsión de 15 miembros de la cúpula sodálite por abusos de todo tipo: sexuales, financieros, empresariales… En 1971 Luis Fernando Figari fundó el Sodalicio como una “sociedad apostólica”, y acusaban a Gutiérrez de promover la lucha de clases encubriéndola como la “opción por los pobres”.
El arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani (1999-2019) solía acusar a Gutiérrez y a sus seguidores –Boff, Cardenal, Ellacuría…– de crear una “pastoral y un magisterio paralelos” para involucrar al clero en política. Eran otros tiempos, anteriores a los del papa argentino, que en 2015 invitó a Gutiérrez a impartir una conferencia magistral en el Vaticano. En junio 2018 le felicitó por su 90 cumpleaños agradeciéndole sus “servicios teológicos”.
En 2015, el arzobispo de Regensburg, Gerhard Müller, por entonces guardián de la ortodoxia católica en la Curia romana, publicó con Gutiérrez Del lado de los pobres, en la que cada uno de ellos escribía capítulos alternativos, con lo que bendecía así la incorporación de su teología al magisterio católico.
Según escribe John Allen en Crux, su obra deja una “marca permanente” solo comparable en el siglo XX a las de Karl Rahner, Hans Küng o Ives Congar. En su país, la victoria póstuma de Gutiérrez ha sido abrumadora. En un artículo en El País, el arzobispo de Lima y nuevo cardenal, Carlos Castillo, acusa al Sodalicio de ser un proyecto político y económico encubierto tras una fachada religiosa.
Pese a la campaña en su contra, ni el papa polaco ni el alemán impusieron sanciones a Gutiérrez, que consideraba la pobreza como fruto de injusticias sociales estructurales. Su libro de 1971 estaba dedicado a Enrique Pereira Neto, sacerdote brasileño torturado y asesinado en…