El cambio de tendencia fue especialmente determinante en estados indecisos como Arizona, donde son el 25% de la población, y Nevada (22%), que en las últimas elecciones habían oscilado entre republicanos y demócratas. Dos tercios se concentran, en ese orden, en California, Texas, Florida, Nueva York y Arizona. Sus familias son responsables del 71% de los nacimientos, lo que explica que en el censo electoral sea también el grupo de votantes que más crece y que la actual legislatura sea la de mayor representación del “hispanic caucus” en la historia del Congreso, con 47 representantes en ambas cámaras.
La atención con la que los analistas siguen su comportamiento electoral está justificada. La consultora McKinsey calcula que, si la comunidad latina en EEUU fuera un solo país, en la última década habría sido la tercera economía de mayor crecimiento, después de India y China. En 2020, 32,3 millones de ellos votaron. En 2024 fueron 36,2, el 14,7 % del total de electores, frente al 7,4% de 2000.
Según Edison Research, en 2012, el 70% votó a Barack Obama; en 2016, el 66% a Hillary Clinton; en 2020, el 59% a Joe Biden y en 2024, el 52% a Kamala Harris. Este año el 46% prefirió a Trump, 12% más que en 2020, con lo que logró su mayor apoyo a un candidato republicano desde Richard Nixon. No es extraño. Nueve de cada 10 votantes nacidos en los años cuarenta terminaron teniendo mayores ingresos que sus padres. Hoy solo cuatro de cada 10, lo que refleja un “sueño americano” cada vez más remoto.
Esta vez los hispanos votaron como el resto de sus conciudadanos, con los de mayor nivel económico y educativo inclinándose por los demócratas y los de clase trabajadora (blue collar), con ingresos anuales…