El despliegue de tres barcos, uno de ellos un crucero con 112 baterías de misiles, dejó claro, entre otras cosas, que China puede cortar a voluntad las conexiones aéreas y marítimas entre Australia y Nueva Zelanda. Sus maniobras forzaron a desviar sus vuelos a 49 aviones comerciales.
China ha plantado picas en varias naciones y territorios insulares en el Indo-Pacífico. En las Islas Salomón, el primer ministro Manasseh Sogavare se ha alineado a favor de las Nuevas Rutas de la Seda de China. Hace unas semanas, el primer ministro de las Islas Cook, Mark Brown, salía indemne de una moción de censura por su acercamiento a Pekín, que ha tensado las relaciones con Nueva Zelanda. El acercamiento diplomático a Nauru y el envío de una nueva patrulla al archipiélago Senkaku, donde China mantiene una disputa territorial con Japón, también han echado leña al fuego.
Unos días después de la visita a Canberra del almirante Samuel Paparo, jefe del mando del Indo-Pacífico del Pentágono; el primer ministro australiano, Anthony Albanese, dijo que su gobierno había protestado por las maniobras navales chinas. El embajador chino, Xiao Qian, le replicó que Pekín no tenía nada de qué disculparse con Australia.
La percepción de falta de fiabilidad de la administración de Donald Trump en cuestiones de seguridad inquieta especialmente a Manila. Luzón, la isla más septentrional del archipiélago, está a solo 160 kilómetros de Taiwán.
Hasta ahora los principales problemas de seguridad filipinos eran internos, sobre todo con las guerrillas islámicas en Mindanao. Todo cambió cuando Pekín comenzó a reivindicar su soberanía sobre el 90% del mar del Sur de China, una de importante ruta marítima en la que Washington quiere mantener intacto el principio de libre navegación.
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