El 2021, año de vacunación y esperanza, debería brindar los frutos de la gran unidad europea. Con el Brexit por fin encarrilado, sería tentador minusvalorar lo conseguido en este largo proceso. Reino Unido y la UE han acordado una relación civilizada de mínimos. Un Brexit duro, a petición británica, basado en un acuerdo comercial que elimina aranceles y ofrece mecanismos de cooperación entre ambos. Si volvemos la vista a 2016, año del referéndum, recordaríamos fácilmente los peligros sorteados. La salida británica abriría la puerta a otros Brexit en el continente y la desunión europea sería explotada con facilidad por los británicos para obtener un gran acuerdo. Una portada de la revista Time de aquel año pronosticaba un efecto dominó imparable bajo el título: “La caída de Europa. Por qué el Brexit es solo el principio”.

Este catastrofismo se basaba en algunos peligros nada desdeñables. Marine Le Pen rozó la presidencia francesa en 2017, enfrentándose en la segunda ronda a Emmanuel Macron. Matteo Salvini entró en el gobierno de Italia. Polonia y Hungría han endurecido cada vez más sus palabras y acciones contra la UE. Al otro lado del Atlántico, Donald Trump llegó a la Casa Blanca a los pocos meses…