El 1 de enero, el mismo que Etiopía ingresó a los BRICS, Somalilandia –un exprotectorado británico que se separó de Somalia en 1991 tras el derrocamiento de Siad Barre–, concedió a Addis Abeba una franja de 20 kilómetros sobre el golfo de Adén por 50 años en la región de Berbera.
Etiopía está desarrollando los planes para la construcción de un puerto y una base naval con financiación de Emiratos Árabes Unidos (EAU), la potencia del Consejo de Cooperación del Golfo (GGC, por sus siglas en inglés) que está consolidando una esfera de influencia en torno al mar Rojo, el golfo de Adén y el estrecho de Bab el-Mandeb.
El 30% de los contenedores que transportan las grandes flotas mercantes –la mayor parte europeas y asiáticas como Maersk, Cosco Shipping o HMM– atraviesan esa zona rumbo al canal de Suez. El 80% del volumen del comercio global –y el 50% por valor– se realiza por mar, lo que refleja la importancia de los llamados chokepoints (cuellos de botella) de las rutas marinas, como Ormuz, Malaca, los Dardanelos o Panamá.
En 2023, el comercio marítimo (16% del PIB mundial) aumentó un 3%, hasta las 12.400 millones de toneladas. No es casual que Etiopía haya firmado el acuerdo con Somalilandia cuando las tensiones geopolíticas surgidas de la guerra de Gaza se están desplazando al golfo de Adén.
Los rebeldes huzíes que tratan de bloquear el acceso al mar Rojo cuentan con drones kamikaze, misiles crucero y lanchas rápidas, armas que antes solo tenían ejércitos formales. El 9 de enero, los huzíes dispararon 21 misiles antibuque iraníes, entre ellos el Paveh, de 800 kilómetros de alcance.
Con el mar Rojo convertido en zona de guerra, el 90% de los mercantes prefieren rodear África, un trayecto que dispara los costes de…