Años después de que sus contactos con los jerarcas chinos, en julio de 1971, dieran luz verde a la visita de Nixon a Pekín en febrero de 1972 –hace hoy medio siglo–, Henry Kissinger auguró a uno de sus colaboradores en el departamento de Estado que cuando los chinos fuesen poderosos y “no nos necesiten más”, negociar con ellos sería muy duro. No se equivocó.
En 2017 en Pekín, el primer ministro chino, Li Keqiang, describió a H. R. McMaster, entonces asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump, el orden mundial al que aspiraba Pekín: una economía global en la que EEUU y el resto del mundo suministrarían al dragón asiático las materias primas y bienes que necesitase para alimentar su producción industrial. Un siglo antes, en 1919, Mao anticipó que el renacimiento del pueblo chino devolvería a China al lugar legítimo que le corresponde; es decir, potencia dominante en…