Con el invierno a la vuelta de la esquina y los precios de la electricidad en alza permanente, la decisión de Argel de cerrar el gasoducto Magreb-Europa desde el 1 de noviembre solo podía ser recibida en España como una mala noticia. Y, en efecto, lo es. Basta recordar que el gas representó en 2020 el 23,5% de la energía primaria consumida; que Argelia es el principal suministrador de gas a España –en torno al 46% del total en lo que va de año– y que ese gasoducto era la principal vía de tránsito, con una capacidad máxima anual de 13.000 millones de metros cúbicos, aunque en la práctica solo ha estado bombeando alrededor de unos 6.000 en los últimos tiempos, de los que 1.000 iban destinados a Portugal.
En todo caso, y frente a los infundados mensajes alarmistas del primer momento, el suministro argelino no está de ningún modo…