El 18 de septiembre de 2014 los escoceses, el resto de británicos y muchos europeos que seguían con interés un referéndum histórico, se encontraron con una respuesta bastante más clara de lo esperado. Un 55% votó a favor de permanecer en Reino Unido, mientras que el 45% optó por la independencia. En teoría, la consulta debería haber sellado la cuestión, pero el asunto sigue coleando en las discusiones políticas y sociales.
Escocia sigue dividida. Según encuestas recientes, el apoyo a la independencia se mantiene casi inalterado, con un 44% de los escoceses inclinándose por el “Sí” y un 56% por el “No”. La mayoría de los escoceses (52%) están satisfechos con la realización del referéndum y solo uno de cada tres (33%) piensa que fue una mala idea. Aunque estas cifras invitan a pensar que nada ha cambiado políticamente en diez años, la situación ha evolucionado significativamente.
En los años posteriores al referéndum, el Partido Nacional Escocés (SNP), el gran impulsor del referéndum y motor del independentismo se mantuvo como una pujante fuerza partidaria de la separación. Tras la derrota en el referéndum, Alex Salmond dimitió y fue sustituido por Nicola Sturgeon.
Por un tiempo, liderados por Sturgeon, el SNP logró mantener viva la llama de la causa independentista, con una mayoría en el parlamento escocés y una influyente posición en Westminster. El Brexit, votado tan solo dos años después del referéndum de Escocia y la impopularidad de los primeros ministros tories, volvieron a reanimar la llama independentista ahora que su futuro dentro de Europa se veía en juego.
Escocia votó abrumadoramente en contra de abandonar la Unión Europea, con un 62% de los votantes a favor de la permanencia. Este resultado contrastó fuertemente con el resto del Reino Unido y reavivó el debate separatista, ya que muchos…