Las temperaturas hicieron palpable el fenómeno para millones de personas en esas regiones con las cada vez más intensas y prolongadas olas de calor y la creciente escasez de agua. Las sequías y la construcción de represas en el Nilo por parte de Etiopía y en las cabeceras del Tigris y el Éufrates por Turquía han agravado una situación que lleva décadas advirtiéndose.
Desde mayo, en Egipto rara vez se ha bajado de los 38º. En junio y julio, Atenas no bajó casi ningún día de 40º de máxima y mínimas de 30º casi sin lluvias. El Banco Mundial estima que, hacia mediados de siglo, la escasez de agua podría hacer caer un 14% el PIB de los países de Oriente Próximo y provocar 19 millones de refugiados (9% de la población) en África del Norte.
En junio, 14 municipios griegos declararon el estado de emergencia hídrico y racionamientos de agua diarios. Varias islas en el Egeo alquilaron equipos de desalinización y buques cisterna para satisfacer la demanda veraniega, disparada por el turismo. Por lo general, los turistas consumen dos o tres veces más agua per cápita que los residentes locales. Actualmente, las islas cuentan con 57 desalinizadoras, el doble que hace 10 años.
En Grecia, la isla de Syros ya depende enteramente del agua desalinizada para su consumo, con lo que ello supone de altos costes de energía, mayores emisiones de gases de carbono y contaminación de sus aguas circundantes por la salmuera que produce el proceso desalinizador.
Los costes del agua desalada, por otra parte, suelen exceder un 40%-70% los precios que cobran a los consumidores los ayuntamientos, lo que les genera déficits crónicos. En agosto, en Sicilia miles de personas salieron a las calles para demandar la reapertura de tres plantas desalinizadoras en desuso y el fin…