Indonesia tiene problemas para atraer la atención internacional pese ser el país de mayor población musulmana y, con sus 13.000 islas, también uno de los más extensos. Superpuesto al mapa de EEUU, un extremo estaría en Los Ángeles y el otro en Nueva York. Los 280 millones de indonesios, que pertenecen a 1.300 grupos étnicos, practican un islam sincrético, moderado por siglos de convivencia con minorías hindúes, budistas y cristianas.
Desde 2014, cuando comenzó el mandato de Joko Widodo “Jokowi”, la economía ha crecido a una media del 5% anual, lo que explica que se retire con un 80% de popularidad y que el 73% de los indonesios vea con optimismo su futuro. Indonesia produce casi la mitad del níquel, un metal imprescindible para baterías ion-litio y otras tecnologías verdes. En 2023 las exportaciones del metal fueron 10 veces mayores que las de 2013. En 2017, el gobierno prohibió exportar mineral de níquel en bruto, obligando a las mineras chinas a procesarlo en el país.
Yakarta quiere ir más allá: fabricar baterías y vehículos eléctricos. Tesla, Ford, Hyundai y BYD ya han mostrado su interés. Desde 2014, su economía ha sido la quinta de mayor crecimiento (43%) entre las 30 economías más grandes.
Si mantiene ese ritmo, será la 13ª en 2028. Para entonces, tendrá en Borneo una nueva capital –Nusantara– en la que está invirtiendo 34.000 millones. Algunas sombras nublan el horizonte, sin embargo. Kornelius Purba, editor jefe de The Jakarta Post teme que Prabowo –que presentó como candidato a vicepresidente a Gibran Rakabuming, hijo de Jokowi– quiera gobernar como un “hombre fuerte”, como su admirado Vladimir Putin. El año pasado, Prabowo propuso un acuerdo de paz para Ucrania que Kiev calificó de “plan ruso”.
Prabowo fue jefe de las fuerzas especiales del régimen de Suharto (1965-1998),…