Volodímir Zelenski sigue al frente del país sin haber vuelto a pasar por las urnas desde 2019. Su liderazgo no solo empieza a ser cuestionado por parte de la población –con los escándalos de corrupción y el coste social de la nueva ley de movilización forzosa como asuntos más destacados–, sino que incluso su vida corre físicamente peligro, como deja claro el anuncio de que el Servicio de Seguridad de Ucrania acaba de desmantelar un complot para asesinarlo, en el que estarían implicados dos coroneles del servicio de protección de personalidades.
Con el tiempo parece haber ido perdiendo la imagen de héroe nacional, en la medida en que su encomiable esfuerzo por mantenerse en su puesto a pesar de las dificultades no va acompañado de mejoras notables ni en el bienestar ni en la seguridad del conjunto de la población. Ahora, el ministerio de interior ruso acaba de incluir su nombre en el listado de personas buscadas, como una señal clara de que Moscú, al negarle la condición de interlocutor válido, está decidido a cerrar todas las posibles avenidas diplomáticas para alcanzar algún acuerdo.
Por su parte, Vladímir Putin acaba de inaugurar su quinto mandato al frente de Rusia, tras un simulacro electoral que no ofrecía duda alguna sobre el resultado, una vez que ha logrado eliminar a todos los contendientes que pudieran hacerle una mínima sombra, domesticar a las fuerzas parlamentarias y reducir al mínimo la actividad de la sociedad civil contestataria. Internacionalmente, en contra de la imagen esquemática que haría pensar que el mundo entero está contra Rusia, sigue demostrando que cuenta con apoyos suficientes para encontrar salida a sus hidrocarburos y para recibir apoyos más o menos visibles (tanto los de Irán y Corea del Norte, como los de China) para sostener su campaña contra Ucrania….