América Latina concentra ocho de los 10 países con las tasas más altas a escala global. Ecuador cerró 2023 con 7.800 homicidios y 220 toneladas de cocaína incautada, nuevos récords en el país andino. Desde 2021, la violencia en las cárceles se ha cobrado 460 vidas de presos.
A medida que Ecuador se fue convirtiendo en un lugar de tránsito de drogas, fue atrayendo a los grandes depredadores de la fauna delictiva regional: el venezolano Tren de Aragua y los mexicanos carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, que se aliaron con bandas locales como los Lobos y los Choneros, que surgieron como brazo armado de un cartel colombiano.
El paulista Primeiro Comando da Capital (PCC) y el carioca Comando Vermelho (CV) son el aporte brasileño a la élite de las “multilatinas” del crimen. El PCC controla más del 50% de la cocaína que sale de puertos brasileños rumbo a los europeos de Amberes, Rotterdam, Nápoles y Durres, entre otros.
En Europa, donde opera en media docena de países, trabaja principalmente con la N’drangheta calabresa, cada vez más interesada en la cocaína, cuya producción se ha más que duplicado en la última década, según la UNODC. Los narcos latinos suelen invertir sus ganancias en armas de fuego y en alimentar la corrupción a nivel nacional y regional.
En pocos años, mexicanos, albaneses y sus socios ecuatorianos han convertido el golfo de Guayaquil en el principal punto mundial de salida de cocaína, un negocio que les da recursos para poner en su nómina a jueces, fiscales, policías, políticos y militares y controlar aduanas, barrios y mercados.
Las multilatinas criminales florecen en el suelo fértil que les brinda la economía informal en todo tipo de sectores opacos o ilícitos: el narcotráfico, la minería y la tala ilegal, además de extorsiones, secuestros, tráfico…