A principios de la década de 2000, los países desarrollados firmaron la sentencia de muerte de la inflación con la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio. En ese momento la deslocalización de empresas se aceleró en busca de los precios de producción más bajos, que se concentran en los países donde los costes salariales son inferiores y donde apenas existen derechos laborales. El resultado de este proceso ha sido una lenta agonía de la inflación, que llega a un punto en el que prácticamente no hay tensiones de precios.
La previsión de inflación a 10 años que maneja actualmente el mercado se sitúa en el 1,5%, a pesar del rebote de las últimas semanas. Eso significa que la inflación esperada para la próxima década se coloca de forma sistemática por debajo del objetivo del Banco Central Europeo (BCE), que en sus estatutos se compromete a mantenerla ligeramente por debajo del 2%. Sin tensiones de precios, es previsible que la entidad mantenga su política expansiva para evitar una crisis de deuda soberana en los Estados miembros, ya que salen de la pandemia con unas ratios de endeudamiento peliagudas.
Con las cartas sobre la mesa, se mantendrán los tipos…