El 2 de febrero, Alejandro Gil fue destituido por el presidente Miguel Díaz-Canel, que no mencionó el tipo de errores que había cometido y tampoco especificó los delitos que le imputaban, aunque dijo que Gil ya había reconocido “graves imputaciones”.
Las reglas del régimen –escritas o no–, exigen que, en lo posible, la ropa sucia se lave en casa, lo más lejos posible de los focos. A pesar de un índice de percepción de corrupción más o menos persistente, los últimos grandes escándalos en Cuba se produjeron hace mucho, con las caídas de Roberto Robaina en 1999 y Carlos Lage en 2009, que violaron el código de lealtad incondicional a Fidel y Raúl Castro.
Según el comunicado oficial, la Fiscalía, el Comité Central del PCC y el Consejo de Estado ordenaron al ministerio del Interior (MinInt). investigar a Gil, que renunció al Comité Central y a su acta de diputado en la Asamblea Nacional.
Gil había intentado sacar adelante algunas reformas liberalizadoras para ayudar a las pequeñas empresas y reactivar la economía eliminando la doble moneda, pero lo único que consiguió fue aumentar la inflación, agravar el desabastecimiento y el éxodo migratorio y llevar el déficit fiscal al 18,5%.
En 2023, la economía se contrajo un 2% con una inflación del 30%. La Habana se ha visto obligada a pedir leche en polvo al Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas para evitar brotes de desnutrición y anemia infantiles. El salario medio oficial equivale a 14,25 dólares en el mercado paralelo y el salario mínimo de 6,77. El 70% de los jubilados cobra pensiones de cinco dólares.
Díaz-Canel necesitaba un chivo expiatorio para sortear su impopularidad. Según Omar Pérez Villanueva, exdirector del centro de estudios económicos de la Universidad de La Habana, la centralización del sistema hace…