Los disturbios que recorren Colombia como un reguero de pólvora desde el 28 de abril en protesta por la reforma tributaria han mostrado que la tensa calma que impuso la pandemia fue solo una tregua. Desde las movilizaciones de finales de 2019, las demandas sociales solo habían sido suspendidas por los confinamientos y toques de queda, mientras esperaban un detonante para estallar.

Las 41 estaciones de transporte incendiadas, 36 supermercados saqueados y 51 entidades bancarias vandalizadas solo en Cali –la segunda ciudad del país y una de las más violentas (37,68 homicidios por 100.000 habitantes)– revelan el caldo de cultivo de la revuelta: miles de inmigrantes que huyen de la violencia rural y viven en barrios tomados por pandillas rivales en el control del narcotráfico. Hoy la capital del Valle del Cauca tiene 7.000 policías para dos millones y medio de habitantes. Según la Defensoría, hasta el 7 de mayo…