Desde que China comenzó su transformación económica a finales de los años setenta con la fase de reforma y apertura, el país duplicó el tamaño de su PIB prácticamente cada siete años. Se trata de tasas de crecimiento que pocos países han registrado a lo largo de la historia, pero para las autoridades chinas fueron insuficientes. Para acelerar la actividad, incentivaron el crédito a la inversión, primero dentro del país y después en sus aliados. ¿El objetivo? Elevar la demanda sobre la producción doméstica y así estimular la creación de empleo.
Este crecimiento en base al crédito solo es sostenible mientras se mantiene el crecimiento económico y sube el valor de los activos (colaterales en los créditos). Pero cuando la coyuntura, cambia la deuda se convierte en una losa, como bien saben los países desarrollados que sufrieron la crisis financiera de 2008. Esto es lo que ha ocurrido en China…