Desde 1994 existían en la isla el peso –moneda que utiliza la mayoría de los cubanos– y el CUC, convertible a una tasa oficial de 24 pesos, pero que el gobierno equipara de forma artificial al dólar para pagar las importaciones de las compañías estatales y calcular los presupuestos de diversos sectores de la economía. Inevitablemente, el sistema bimonetario generó distorsiones, salidas crónicas de divisas y una discriminación de facto para quienes no tienen acceso a dólares o a pesos convertibles como los cuentapropistas, que ganan de media siete veces más que el resto de cubanos.
La unificación monetaria obligará al sector estatal a ajustarse a los patrones de eficiencia del privado que, a su vez, podrá competir en mayor igualdad de condiciones, exportando e importando sin intermediación ni entregar, como hasta ahora, el 80% de sus ganancias al Estado. El nuevo sistema quiere impulsar el trabajo autónomo, la creación de pymes y más autonomía a las empresas estatales, en las que el capital extranjero podrá tener participación mayoritaria, excepto en la extracción de recursos naturales y la prestación de servicios públicos.
El precio de la transición, sin embargo, será alto. Las pensiones y los salarios subirán, hasta cinco veces…