Durante los primeros 31 años de Singapur –el único país del mundo, fuera de Taiwán, de mayoría étnica china– gobernó Lee Kuan Yew, padre de Loon y al que Deng Xiaoping –que visitó Singapur por primera vez en 1920 rumbo a París y en 1978 ya como líder de la República Popular–, consideraba uno de sus maestros.
Hoy el PIB per cápita de la antigua colonia británica ronda los 85.000 dólares, frente a los 76.000 de EEUU, pese a que carece del todo de recursos naturales. Pero cuenta con una cosmopolita y emprendedora población y una posición estratégica en el extremo meridional de la península malaya, el corazón marítimo regional.
Desde 1965, el poder ha estado en manos del People’s Action Party (PAP), la formidable maquinaria política que creó Lee Kuan Yew para llevar a la ciudad-Estado del “tercer mundo al primero”, como tituló su autobiografía.
Desde entonces, cada 20 años Singapur ha duplicado su PIB. A diferencia de muchos de sus países vecinos, nunca ha sufrido disturbios raciales o conflictos interétnicos. El 74% de los singapurenses –que hablan cuatro lenguas oficiales (inglés, mandarín, tamil y hindi)– son de etnia china, 14% malaya y 10% india.
El mandarín es la lengua materna de casi la mitad, aunque el inglés es la lingua franca. El autoritarismo y el control social del PAP, que ganó las elecciones de 2020 con el 61,2%, es el precio del contrato social vigente. Según Reporteros sin Fronteras, el país ocupa el puesto 126, por debajo de Zimbabue, en cuanto al respeto a la libertad de expresión.
Después de una larga carrera parlamentaria y en el servicio civil –incluido un largo período como secretario privado de Lee Hsien Loong, que se mantendrá en el gabinete como ministro sin cartera–, Wong tiene una buena reputación política y tecnocrática….