Era el asunto más delicado de los muchos que afectaban al divorcio euro-británico. El tiempo ha confirmado lo que se temía: la paz en Irlanda del Norte vive sus horas más bajas tras el Brexit. Se han sacudido las bases del acuerdo de Viernes Santo de 1998 y las restricciones por el Covid-19 avivan el malestar en la región.
La fiscalía de Irlanda del Norte ha decidido no denunciar a los participantes del Sinn Féin que acudieron a un funeral republicano el pasado junio sin respetar las medidas de seguridad por el Covid-19. Para los unionistas, lo sucedido muestra un trato de favor para los republicanos y una “quiebra en la confianza para la comunidad unionista”. Las protestas se han sucedido en los últimos días con lanzamiento de cócteles molotov incluidos. Casi 80 agentes de policía han sufrido heridas de diversa consideración.
Si no se tratara de Irlanda del Norte, estos episodios podrían ser etiquetados, sin más, como disturbios. El problema es que este territorio donde viven dos millones de personas, enclavado al norte de la República de Irlanda y al oeste de Reino Unido –separado del mismo por el mar de Irlanda– fue durante tres décadas del siglo XX…