Dejar atrás una dictadura y cubrir todas las etapas para que la desaparición del gobernante de turno sea algo más que un cambio de caras es, por definición, una tarea hercúlea. Si además esa dictadura ha logrado asentarse durante décadas, la labor es todavía más difícil. El régimen sirio ha impedido la emergencia de una sociedad civil organizada y representativa de todas las sensibilidades nacionales, la existencia de medios de comunicación independientes y la actividad de los partidos políticos con ideologías diversas.
Son muchas las posibilidades de que el camino que ahora emprenden los sirios se tuerza o acabe mal, pero también las hay de que logren mantener el rumbo hacia una situación que beneficie al conjunto de la población. Para esto último es preciso, en primer lugar, superar las reticencias étnicas y religiosas que durante décadas han caracterizado la vida nacional, con la minoría alauí (un 12% de la…