En una región que con solo el 9% de la población mundial es responsable del 37% de los asesinatos, no debería extrañar que el “populismo penal” del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se haya convertido en una referencia, tras lograr rebajar a menos de la mitad la tasa de homicidios en un país que, durante muchos años, ha sido el más violento del mundo más allá de las zonas de guerra.
El precio ha sido alto. Las autoridades han encarcelado a unos 100.000 adultos, el 2% de la población, la mayoría, según las organizaciones de derechos humanos, de manera arbitraria. Bukele ha mandado construir, en menos de un año, una nueva cárcel a unos 70 kilómetros de la capital, que albergará a 40.000 reclusos, las dos terceras partes de la población carcelaria de Alemania. Cada preso tendrá unos 0,6 metros cuadrados de espacio en sus celdas colectivas, menos…