La incidencia de desastres naturales, organizaciones criminales transnacionales, desplazamientos de migrantes y refugiados o los ciberdelitos son ya viejos males de la región. El problema es que nunca como ahora la región había estado tan desprovista de organismos multilaterales eficaces y foros de coordinación regional.
Cuando Donald Trump dijo en una conferencia de prensa que EEUU recuperaría el control del canal de Panamá de “manos chinas” –una promesa que reiteró en su toma de posesión– el presidente panameño, José Raúl Mulino, solo obtuvo declaraciones solidarias explícitas de la mexicana Claudia Sheinbaum, el colombiano Gustavo Petro y el chileno Gabriel Boric. Ningún organismo regional se pronunció al respecto.
No siempre fue así. En 1977, a la ceremonia en Washington de la firma del tratado Torrijos-Carter que entregó a Panamá el control del canal, asistieron representantes de los 27 países del hemisferio, incluida Cuba, y 18 jefes de Estado, entre ellos Augusto Pinochet y Rafael Videla, jefes de las juntas militares de Chile (1973-1989) y Argentina (1976-1982).
El acuerdo entre Jimmy Carter y Omar Torrijos difícilmente se habría concretado sin el decisivo apoyo de Carlos Andrés Pérez (Venezuela), Alfonso López Michelsen (Colombia), Fidel Castro (Cuba) y José Luis López Portillo (México).
Según escribe Juan Gabriel Tokatlian en Clarín, dado que Trump va a centrar la agenda interamericana en asuntos conflictivos –aranceles, migración irregular, narcotráfico…– la región debe actuar con la mayor cohesión posible y deseablemente en coordinación con otras fuerzas y bloques para oponerse a eventuales arbitrariedades de Washington.
Las expulsiones masivas están prohibidas por el derecho internacional y pueden llevar a la apertura de casos en el sistema interamericano y la Corte Internacional de Justicia. Según Tokatlian, en ese esfuerzo contra una administración centrada en EEUU en Washington, estarán los países que quieran actuar juntos.
No ayudan…