Son incontables los planes e iniciativas formuladas desde muy variadas instancias con el propósito de ayudar a África subsahariana. Más allá de las buenas intenciones o la mala conciencia colonizadora que se trasluce en su discurso, el sustrato común de todos ellos pivota entre el temor a verse afectado por sus problemas –reducidos habitualmente al terrorismo yihadista y los flujos migratorios descontrolados– y la oportunidad de aprovechar sus inmensas potencialidades. Y a eso se añade, visto desde Occidente, el creciente afán por evitar que otros (con China y Rusia a la cabeza) puedan sacar provecho de la dejación y los errores propios.
La cruda realidad demuestra que ninguna de esas iniciativas –con toda la parafernalia de conferencias de donantes, nuevos planes Marshall, propuestas de condonación o reconversión de deuda, estrategias y planes África…– ha logrado no solo incorporar la región a la senda del desarrollo sostenible, sino tan siquiera evitar…