El 25 de octubre en Argentina se celebraron elecciones para presidente, senadores y diputados nacionales, y también para gobernadores, legisladores y autoridades municipales en 11 provincias de las 24 que integran la federación. En la elección presidencial el final permanece abierto. Habrá segunda vuelta el 22 de noviembre entre los dos candidatos más votados: Daniel Scioli, del Frente para la Victoria –FPV, la etiqueta electoral de los justicialistas o peronistas–, que obtuvo el 37% de los sufragios, y Mauricio Macri, de Cambiemos –una coalición compuesta por varios partidos políticos, como el PRO y la UCR– con el 34%. El resultado contrasta con las expectativas prevalecientes antes de la votación. Todos los sondeos de opinión coincidían en adjudicar una ventaja de casi diez puntos a favor de Scioli, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, y pronosticar su casi segura proclamación directa como presidente de la república, sin necesidad de recurrir a un balotaje.
La novedad constituye un revés para la presidente Cristina Fernández de Kirchner (FPV), tanto por lo inesperado del resultado como por la orientación política del candidato desafiante. Durante los doce años de sus gobiernos, los Kirchner eligieron a Macri como uno de los principales blancos de sus críticas, asociándolo a las políticas neoliberales de la década de los noventa. Empresario por esos años, y luego presidente exitoso en un popular club de futbol, Boca Juniors, Macri se lanzó a la arena política tras la crisis de 2001, liderando un partido nuevo, Propuesta Republicana (el “PRO” en la jerga política local), con el que obtuvo primero un cargo de diputado nacional y luego la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, investidura en la que está actualmente en funciones.
Con la competencia presidencial abierta, el Frente para la Victoria está obligado a restañar conflictos internos y a revisar rápidamente su estrategia proselitista para conseguir el apoyo de los que votaron por otros candidatos presidenciales. En efecto, los resultados dejan al descubierto las tensiones entre los seguidores más cercanos a Fernández de Kirchner (los “kirchneristas”, grupos tales como la rama juvenil “La Cámpora” o intelectuales como “Carta Abierta”), que resistían la postulación de un moderado como Scioli, y los dirigentes peronistas tradicionales, incómodos con el avance de los kirchneristas en un importante número de candidaturas legislativas y municipales. Por otra parte, en las filas oficialistas la pregunta crucial por estas horas es cómo seducir al 21% de votantes de Sergio Massa –Frente Renovador–, el tercero en discordia en la competencia presidencial. De extracción peronista, actual diputado nacional y exministro del gobierno kirchnerista, Massa logró sobreponerse a varios traspiés políticos y mantuvo en firme su postulación con un discurso centrado en el combate al delito y la austeridad en el gasto público.
Complicado escenario legislativo
En el plano legislativo nacional, el FPV logró mantener su predominio en el Senado, donde contará con 44 bancas de un total de 72. Mientras que en la Cámara de Diputados, los kirchneristas y aliados pierden unos 25 escaños y, con ello, la posibilidad de contar con mayoría propia en el bienio 2015-2017. En un eventual gobierno de Scioli, para lograr la aprobación de la legislación ordinaria serán estratégicos los apoyos legislativos de los diputados peronistas no kirchneristas, que hoy suman una treintena y se referencian en un puñado de líderes de justicialistas de distinta procedencia. En caso de ganar Macri, contará en ambas cámaras con bancadas muy débiles, cuatro senadores del PRO sobre un total de 72 y 41 diputados propios sobre 257, por lo que deberá recurrir a negociaciones no solo con sus aliados de la Unión Cívica Radical –la segunda fuerza en el Congreso Nacional–, sino también con las respectivas bloques de parlamentarios peronistas. Varios analistas políticos consideran a este complicado escenario legislativo como el principal escollo en un eventual gobierno de Macri, especialmente en tiempos económicos que se anticipan difíciles.
Por otra parte, la mayoría de las once gobernaciones que se eligieron ayer quedaron en manos del FPV, pero en la provincia de Buenos Aires, un distrito que concentra casi el 40% del padrón electoral, triunfó María Eugenia Vidal de la coalición Cambiemos. Esta victoria quebró más de un cuarto de siglo de gobiernos peronistas en esa provincia y provocó un terremoto político que se extendió hacia los cargos municipales. En efecto, en varias alcaidías (“intendencias” en Argentina), cayeron derrotados dirigentes justicialistas, los llamados “barones del conurbano bonaerense”, que gobernaban en sus municipios desde hacía veinte años o incluso más. Estos resultados abren un panorama más equilibrado entre el peronismo, el partido de mayor apoyo electoral en el país, y otras fuerzas políticas tradicionales como la UCR y la más reciente del PRO.
En pocas palabras, el ciclo de los Kirchner concluye con varias novedades, poco esperadas por los acérrimos defensores de sus administraciones. Una victoria presidencial en riesgo, un eventual gobierno del candidato menos esperado –y más resistido–, un congreso sin mayoría propia y una derrota estruendosa en la principal provincia del país.