Las relaciones de la Unión Europea con América Latina y el Caribe comprenden diversas facetas y se desarrollan a distintos niveles. La Unión interactúa con el conjunto de la región a través de cumbres de jefes de Estado y de gobierno, a la vez que establece vínculos con el Caribe, América Central, la Comunidad Andina, Mercosur y países en concreto mediante acuerdos de cooperación y diálogo político. Es ya costumbre leer o escuchar en discursos, exposiciones de motivos de los acuerdos o declaraciones políticas conjuntas que ambas regiones comparten idiomas, cultura, historia y religión, además de que gran parte de la población latinoamericana es descendiente de migrantes europeos de los siglos XVI al XXI, lo cual nos lleva a sostener lazos históricos.
Algunos espacios como la Organización de Estados Iberoamericanos han tenido la aspiración de converger en metas y objetivos comunes para el desarrollo de las naciones a ambos lados del Atlántico. Pero la pregonada similitud en cuanto países occidentales no parece razón suficiente para un acercamiento entre ambos continentes eficiente. Hoy asistimos a un deterioro o retroceso relativo en materia de cooperación para el desarrollo.
Desde 2015 no se ha realizado una cumbre bilateral para el diálogo inter-regional, y han sido pocas las visitas de alto nivel, evidenciando el estancamiento de los foros de integración continental o hemisférica. Otros actores internacionales han sabido llenar el vacío. La inversión China, que viene dando pasos exponenciales, es un ejemplo. En Pekín han entendido que, ante un continente dividido, la mejor manera de avanzar es la negociación, pragmática e individual, atendiendo las particularidades de cada país y respetando su autodeterminación. Así ha conseguido desplazara la UE y convertirse en el segundo socio comercial de América Latina. Paradójicamente, las inversiones del país asiático más fuertes han sido en los países que han tenido una estrecha relación con Europa, como es el caso de Chile y Argentina.
«Las inversiones de China más fuertes en la región han ido a parar a países que han tenido una estrecha relación con Europa, como es el caso de Chile y Argentina»
En el caso de Brasil, a pesar del discurso político y la alineación con Estados Unidos, en 2019 se llevó a cabo en Brasilia la cumbre de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), donde estos aprobaron una declaración conjunta de reafirmación de su compromiso con los principios de soberanía, el respeto mutuo, la igualdad y la cooperación entre Estados soberanos para mantener la paz y la seguridad.
Por su parte, EEUU pregonó, durante la administración presidida por Donald Trump y con el objetivo de combatir la presencia de China en la región, el retorno a la Doctrina Monroe, que hace 200 años estableció que ninguna potencia extranjera tuviese influencia en el continente. Una de las razones argüidas era que el volumen comercial entre China y América Latina había crecido un 200% entre 2006 y 2016, mientras que en el mismo periodo el incremento con EEUU fue del 38%.
En resumen, el perfil de la UE ha disminuido considerablemente en su relación con la región latinoamericana y caribeña.
Respuesta europea: más y mejor comercio
A raíz de la comunicación conjunta de la entonces alta representante, Federica Mogherini, y la Comisión Europea, titulada “La Unión Europea, América Latina y el Caribe: aunar fuerzas para un futuro común”, de 16 de abril de 2019, el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE llegó a una serie de conclusiones y recomendaciones, un mes más tarde, acerca de las relaciones de la UE con la región. Comenzaban las mismas afirmando que, a lo largo de la última década, las relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe se han fortalecido de manera considerable, alegando que la UE sigue siendo el mayor inversor en los países de la región, mientras las inversiones de esta en Europa han aumentado de manera sustancial. Dos años después, sin embargo, el actual jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha anunciado que China ya supera estas cifras multiplicadas por 10.
Claramente, el plan de la UE gira en torno al fortalecimiento de la primera línea de acción en una relación eminentemente comercial, apostando por un incremento de las inversiones privadas y por una aplicación eficaz de los acuerdos comerciales existentes.
Para ambas regiones es fundamental, primero, garantizar que las políticas comerciales y de inversión se basen en normas, fomentando un mejor entorno para los negocios y ayudando a las empresas de ambas regiones a competir en los mercados globales, lo que redundará en beneficios para los ciudadanos y consumidores. Las dos regiones también deben asegurarse de que los acuerdos comerciales avancen de manera efectiva el corpus de valores en los que se basa la asociación birregional, fortaleciendo la buena gobernanza, la salud y la seguridad, la igualdad de género y los estándares sociales, laborales y ambientales, incluyendo la implementación del Acuerdo de París.
Ahora bien, las industrias europeas en América Latina y el Caribe están poco diversificadas y en muchos países dependen en exceso de los precios de las materias primas. Si la UE está interesada en una agenda de competitividad que promueva el desarrollo de la región, debería convertirse en un socio que ayude a ampliar las capacidades de producción y, mediante incentivos, ayudar a que esa producción tenga los compradores y las industrias que la requieren.
«Las industrias europeas en América Latina y el Caribe están poco diversificadas y en muchos países dependen en exceso de los precios de las materias primas»
Ningún gobierno de América Latina y el Caribe se opondrá a que en sus territorios aumente el flujo de capital e inversión, sobre todo si esto supone nuevas fuentes de empleo directos e indirectos, al tiempo que aportan al fisco, para después, en teoría, ser redistribuidos a la sociedad en su conjunto, además de financiar proyectos públicos.
Para que la UE se mantenga en América Latina y el Caribe debe demostrar su voluntad de coadyuvar al crecimiento y no de ser un mero competidor de mercado; es decir, establecer una relación de iguales, a través de la cooperación al desarrollo. En este sentido, las acciones deben hacerse desde una óptica distinta de la visión del cooperante o benefactor, y apostar por la visión de aliados estratégicos o partenariados que ayuden a intercambiar buenas prácticas y avances sociales en los sistemas públicos de los países latinoamericanos, además de trabajar en conjunto para mejorar las capacidades productivas allí donde las sociedades más pobres tiendan a hacer más y mejores cosas. El resultado puede ser beneficioso para ambos si se complementan las capacidades, crece el conocimiento y se facilita la transferencia de tecnología. En paralelo, deben concretarse más acuerdos de intercambios a nivel técnico, como los investigadores.
Por último, la voluntad política es importante, pero debe acompañarse de una memoria institucional, pues parece que con cada cambio de gobierno la maquina se reinicia una vez más, cada vez que los tomadores de decisiones en los respectivos países alternan.
Buenas prácticas: proyecto Bella
Este año debería concluir la instalación del cable submarino transatlántico de fibra óptica Bella entre Europa y América Latina, una nueva autopista digital para el intercambio de conocimientos y datos que se complementará con centros de investigación en ambos continentes. Se espera que entre en pleno funcionamiento en el segundo trimestre, proporcionando un nivel sin precedentes de conectividad internacional entre los dos continentes. El cable llegará a Europa a través de Portugal.
Fuente: Red Clara
Con esta operación, con una inversión de 150 millones de euros y señalada como una de las grandes apuestas para la presidencia portuguesa del Consejo de la UE, se abrirán nuevas oportunidades tanto al mercado europeo como al latinoamericano. Todo un hito en el desarrollo de infraestructura común y también en la relación histórica.
Además de la primera conexión directa por cable submarino de alta velocidad entre Europa y América Latina, el sistema también incluye varias rutas terrestres que unen centros de datos estratégicos en Lisboa, Madrid, Marsella, São Paulo, Río de Janeiro y Fortaleza.
Cooperación en un contexto difícil
América Latina y el Caribe no se cuentan entre las regiones prioritarias de la cooperación de la UE, y así quedó de alguna manera reflejado en el último Consejo de Asuntos Exteriores, donde se hizo un balance de las relaciones con la región. En palabras Borrell, “ello era muy necesario, ya que últimamente la región latinoamericana no ha ocupado un lugar suficientemente relevante en nuestra agenda”.
De todos modos, no ha quedado claro si la insuficiencia se debe a un factor coyuntural, como la crisis desatada por la pandemia de Covid-19, o si, por el contrario, Borrell hablaba más de elementos estructurales, lanzando una autocrítica por haber descuidado en los últimos tiempos una relación estratégica. En sus intervenciones, de todos modos, Borrell se ha mostrado como un adalid de la relación, haciendo hincapié en los principios y valores compartidos, sobre la base de una larga tradición común.
En este sentido, conviene volver al documento maestro del Consejo, ya citado, del 13 de mayo de 2019. En sus conclusiones y recomendaciones, el Consejo subraya que América Latina y el Caribe y la UE son socios fundamentales que han colaborar de manera aún más estrecha en el marco multilateral, en especial en las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio, con el objetivo de promover la democracia, el Estado de Derecho, el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales, el crecimiento, el empleo, la inversión, las oportunidades económicas y el desarrollo sostenible, construyendo sociedades más resilientes.
El escenario global, sin embargo, no acompaña. A los problemas europeos se suman los latinoamericanos, con la amenaza de una gravísima recesión, quizá la peor de su historia. El Fondo Monetario Internacional advierte de otra “década perdida” en América Latina, con economías que se prevé que se contraigan en un 8,1% en 2020. En estos momentos, importantes empresas europeas en la región han comenzado a cerrar sus puertas debido a la recesión, en especial en el sector hotelero.
Pese a las dificultades, o quizá debido a ellas, es momento de apostar por unas relaciones más estrechas y demostrar solidaridad. Es ahora cuando hay que cambiar el paradigma y revisar los acuerdos de asociación, reimpulsándolos y modernizándolos.