Por Fernando Barciela, periodista económico y colaborador de Informe Semanal de Política Exterior.
Los protagonistas del mercado petrolero mundial durante los dos últimos años no han sido Oriente Próximo ni Asia Central, aunque hayan dado de qué hablar. La gran sorpresa ha sido América Latina. En medio de fuertes dudas sobre la capacidad de encontrar nuevas reservas petrolíferas explorables, el continente ha dado abundantes alegrías a sus gobiernos y a la industria petrolera en general. Mientras el aumento de las reservas en el mundo fue del 20% entre 2009 y 2011, en Latinoamérica fue del 40%.
Cuando parecía que ya había poco más que rascar en los subsuelos terrestres o marinos, Brasil, Argentina y, sobre todo, Venezuela, han captado la atención mundial con sus espectaculares descubrimientos de crudo. Entre 2007 y 2008 Brasil irrumpía en las primeras páginas de los diarios financieros con el descubrimiento de dos nuevos campos, el Tupí (33.000 millones de barriles) y el Júpiter (12.000 millones), ambos en las costas del país. Son solo dos ejemplos: los nuevos descubrimientos han sido continuos. Este año se anunciaba un nuevo campo a 293 kilómetros de la costa del estado de Sao Paulo (Santos).
Repsol, que participa en varios de los mayores campos brasileños (y venezolanos), anunciaba en noviembre de 2011 el “mayor descubrimiento de crudo” de su historia, nada menos que 927 millones de barriles equivalentes de petróleo, situados en Vaca Muerta, en el suroeste de Argentina, que aún tendrán que ser certificados. Pero los mayores hallazgos del año pasado han tenido lugar en Venezuela. Los nuevos campos, en la cuenca del Orinoco, son de tal magnitud que han convertido al país en el mayor poseedor de reservas petroleras del mundo.
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Las últimas detecciones en el Orinoco han elevado las reservas de Venezuela hasta los 297.000 millones de barriles, muy por encima de los 270.000 millones de Arabia Saudí y casi cinco veces los que tenía en 1990: 60.000 millones. Gran potencia petrolera de la región, este país copa actualmente el 85% de las reservas de la región, mientras Brasil cuenta con el 5% y México con el 4%. Ecuador, con el 2%, y Argentina o Colombia, con menos el 1%, le van muy a la zaga.
De este modo, el país caribeño, que en 2010 produjo casi 2,5 millones de barriles diarios, cuenta ahora con llegar a los 4,5 millones dentro de cuatro años, “siempre que ello no perjudique a la estructura de extracción y precios a nivel mundial“ según explicó Nelson Martínez, director ejecutivo de PDVSA América. De todos modos, sin llegar a los afortunados extremos de Venezuela, toda la región ha venido sumando nuevas reservas a sus stocks. En los últimos 20 años, las de Brasil han subido de 4.500 a 14.200 millones, las de Argentina de 1.600 a 2.500 millones y las de Ecuador, de 1.400 a 6.200 millones.
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Dependencia de productos básicos
Sin duda, estos descubrimientos pueden cambiar la cara del continente en las próximas décadas. Antes incluso de que esas reservas hayan empezado a monetizarse (a producir) y con unos niveles de producción muy similares a los de hace 10 años, los ingresos petroleros han crecido exponencialmente debido al incremento de los precios del petróleo. Los incrementos de precios del crudo y las materias primas están entre las primeras causas del fuerte crecimiento de la región en los últimos años, incluso durante la crisis.
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La gran preocupación actual de los economistas y los gobiernos latinoamericanos es aprovechar esta creciente abundancia de energía, que se añadiría al boom exportador en materias primas y a la ampliación de los mercados domésticos (derivada de la expansión de las clases medias), para consolidar unos sectores industriales capaces también de exportar y reducir la actual dependencia de los productos básicos (energía, metales y alimentos sin procesar) en la exportación. Un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI), de octubre de 2011 alertaba, por si alguien quisiera olvidarse, de que la dependencia de la región de las exportaciones de materias primas “es igual o mayor que hace 40 años”.
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Desembarco de China
¿Podrá la creciente relación de Latinoamérica con Asia solventar la dependencia del continente de las exportaciones de materias básicas? En Latinoamérica están eufóricos con su nueva relación con China. Pero lo que los chinos buscan en Latinoamérica no es adquirir sus productos industriales (escasamente complementarios con los suyos), sino acceder a sus materias primas, de las que están sedientos a causa de su fuerte crecimiento industrial.
Todo lo cual lleva a que resultará difícil que China se convierta en un gran mercado para los productos de consumo o inversión chilenos, mexicanos o brasileños. Estos tendrán que seguir buscando su hueco, en los próximos años, en Europa y EE UU. O en los intercambios internos entre los distintos países de la región. De hecho, en lugar de comprar los productos de consumo latinoamericanos, los chinos están tratando de vender a los estados de la zona productos suyos, entre ellos bienes de equipamiento, incluso trenes o aviones. La Corporación Industrial China de Aviación (AVIC) firmó el año pasado un acuerdo con Venezuela para la venta de 25 aviones y dos helicópteros.
Es posible, pues, que resulte algo equívoco referirse triunfalmente, como es habitual, al hecho de que China se esté convirtiendo en el segundo inversor en la región. Al contrato de las inversiones estadounidenses o europeas, que se destinan a proyectos industriales, financieros o de servicios, las chinas van dirigidas básicamente a la explotación y transporte de crudo y materias primas.
Bendición oriental
Claro que el fuerte crecimiento chino de las últimas dos décadas ha sido una bendición para la zona. Si las materias primas y el precio del crudo se han disparado, ello se debe más que nada a la creciente demanda de China y el resto de Asia (Taiwán, India, Indonesia, Corea, Tailandia…). Las necesidades de crudo en el gigante asiático para su industria y parque automóvil (que va por los 200 millones de vehículos) son tan perentorias que no se ha parado en barras, estos últimos años, para hacerse con todos los activos de que ha sido capaz.
Pekín y sus petroleras han aprovechado todas las oportunidades que se le han presentado. Ante las necesidades financieras de compañías occidentales, no han dudado en comprar, a veces con fuertes sobreprimas. Es el caso de Repsol y Galp, que, ante las dificultades de financiación en el mercado, no han tenido más remedio que buscarse un socio al que vender un paquete en sus filiales brasileñas con el fin de hacer dinero para poder seguir con las actividades de prospección y exploración.
La primera fue la española, que le vendió el año pasado a Sinopec el 40% de su filial brasileña por 7.100 millones de dólares, un precio muy superior al de la valoración de la propia compañía, que era de 4.265 millones de euros, lo que muestra la disposición de las petroleras chinas a pagar importantes sobreprecios (en este caso del 66 por cien) para hacerse con activos petroleros. Ya este año, la misma compañía se hacía con el 30% de la filial de la lusa Galp en el mismo país por 3.540 millones de euros.
Y esto no es todo. También este año, otra petrolera china, Sinochem, invertía 3.000 millones de dólares en la compra del 40% del yacimiento offshore Peregrino, a la noruega Statoil. Los chinos no desdeñan, además, ninguna fórmula para hacerse con activos petroleros: entrada en el capital de filiales de petroleras ya en funcionamiento, participación en proyectos de prospección, créditos a cambio de crudo… Un procedimiento, este, bastante utilizado, ya que le garantiza a China futuras remesas de petróleo, y a los productores la capacidad de acceder a fuertes sumas de capital antes incluso de empezar a producir.
Pocos se han resistido a las tentadoras ofertas del país asiático. Por ejemplo, en 2009, el Banco de Desarrollo de China le prestó 10.000 millones a Petrobras a cambio de barriles de petróleo. Lo mismo hizo con Ecuador, al que le prestó 7.800 millones de dólares reembolsables de la misma manera. Venezuela ha sido, sin embargo, el país que más dinero ha recibido de China en forma de créditos, en torno a los 40.000 millones.
Sensibilidad antiimperialista
Se dice que Pekín no ha dejado tampoco de aprovechar la sensibilidad izquierdista y antiimperialista de países como Venezuela o Ecuador, cada vez más hostiles a EE UU y la mayor parte de Europa, para colarse en sus campos petroleros. Las relaciones petroleras entre China y Venezuela o Ecuador van viento en popa pese a que se sabe que los directivos de las grandes petroleras chinas tienen dificultades para entenderse con Hugo Chávez.
Pese a ello, Caracas y Pekín firmaron en noviembre de 2011 una joint venture para producir 1,1 millones de barriles al día, muy por encima de los 112.000 que producen actualmente. China ha decidido también contribuir a la financiación de la nueva refinería de PDVSA en Brasil, que será propiedad de la venezolana y de Petrobras, y que procesará 230.000 barriles al día.
A resultas de estas adquisiciones y contratos, China es dueña, en la actualidad, de un elevado porcentaje del crudo de la zona. A las empresas chinas les han bastado seis meses para aumentar su participación en el negocio petrolero argentino del 5% al 30%. Y en septiembre de 2011, el 54% del petróleo que Ecuador exportó ya se ha ido a China.
EE UU mira para otro lado
Mientras todo esto ocurría, EE UU miraba hacia otro lado, como si lo que sucede en Latinoamérica no le incumbiera. Algunos analistas y responsables han empezado a llamar la atención de la administración presidida por Barack Obama sobre una situación, la cada vez más hegemónica presencia china en la región y su creciente control de unos recursos vitales, también para EE UU. A muchos les sorprende que mientras Washington demostraba indiferencia por la región y EE UU perdía posiciones, China se ha ido haciendo cada vez con más resortes. Por ejemplo, la inversión directa norteamericana en la zona ha pasado de representar el 43% en 2000, a representar el 17% en 2010.
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Quizás esto se explica por una larga historia de desencuentros y frustraciones con un continente –que le provocó problemas financieros en los años sesenta y setenta a sus empresas y bancos–, y también con la aparición en la década de 2000 de gobiernos abiertamente hostiles a Washington –Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolvia– o indiferentes y poco amistosos, como es el caso de Brasil. Pero el alejamiento de Washington, en cuanto a sus intereses petroleros, también podría explicarse por el hecho de que, sin contar a México y Venezuela, Latinoamérica no ha sido, hasta hace muy poco, un gran productor de petróleo. Teniendo en cuenta que México lleva varios años reduciendo su capacidad productiva de crudo y que Venezuela está liderada por Hugo Chávez, Washington habría preferido centrar su atención en Oriente Próximo, donde los jeques del golfo, se muestran mucho más comprensivos, o en Asia Central, cuyos gobiernos necesitan reafirmar su independencia frente a Moscú.
A esto habría que añadir que la diplomacia soft de Obama tampoco se ha mostrado interesada en abrir en América Latina un nuevo frente con Pekín, al que ya le enfrentan muchos problemas. Una política que la propia secretaria de Estado, Hillary Clinton, defendió la gestión de su administración hace poco en una entrevista con la revista Time, al señalar que esa diplomacia soft había sido efectiva “para reducir parte de la animosidad o suspicacia histórica existente en la región contra EE UU”. Dicho esto, son numerosos quienes opinan que el fuerte ascenso de las reservas en Venezuela y Brasil acabará con la indiferencia de EE UU. Algunos think tanks apuntan a que habrá que esperar a la llegada de una administración republicana, para que ver si el país del norte opta por poner su carne en el asador, asegurándose, al menos, una parte de la nueva riqueza petrolera de América Latina.
Extractos del artículo de Fernando Barciela, titulado «La potencia petrolera más emergente», Economía Exterior 59, invierno 2011-12. Para acceder al artículo completo, haga clic aquí.
Para más información:
Fernando Barciela, «‘Guerra’ Norte-Sur por la industria petrolera: NOC contra IOC». Economía Exterior 58, otoño 2011.
Gonzalo Escribano, «Energía: entre la geopolítica y los mercados». Economía Exterior 58, otoño 2011.
Juan Pablo Cardenal, «China en YPF». Blog La silenciosa conquista china, abril 2012.
[…] Cinco artículos sobre la expropiación de Repsol YPF para el fin de semana por admin el 20-04-2012 • 12:24 pm Aún no hay comentarios 1. América Latina, la potencia petrolera más emergente […]
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