Parece darse por hecho que va a haber un alto el fuego en Ucrania a lo largo de este año. El pasado 28 de enero se presentaron en Bruselas los resultados de una amplia encuesta entre expertos sobre los riesgos más importantes para la Unión Europea en el año 2025. Según los encuestados, el primero, en términos de probabilidad e impacto, es un alto el fuego favorable a Rusia. En otras palabras, los expertos consideran que es un hecho bastante probable. Y bastante negativo. Creo que tienen razón. Pensemos en cómo evitarlo.
En el frente, ambas partes han perdido impulso tras casi tres años de intensos combates. Una auténtica carnicería. Ucrania, a pesar de su heroica resistencia y contraofensivas, enfrenta crecientes limitaciones en armamento, renovación de tropas, y apoyo logístico. Rusia por su parte está muy lejos de alcanzar su objetivo estratégico original: el control total de Ucrania. Ni siquiera ha sido capaz de anexionarse los cuatro oblasts (Donetsk, Luhansk, Jersón y Zaporiyia) que, unilateralmente, declaró tierra rusa. Ambas partes están lejos de alcanzar sus metas. Pero las dos muestran voluntad de seguir combatiendo. Ucrania porque no hacerlo es resignarse a vivir de rodillas. Putin porque una derrota podría suponer el fin de su carrera. Pero la realidad muestra un agotamiento que acerca la posibilidad de un alto el fuego. La pregunta clave es en qué términos se alcanzaría y quién pagaría el precio político y estratégico de dicho acuerdo.
El plan de Putin: lamerse las heridas y volver al ataque
Para el Kremlin la guerra no es una cuestión territorial, nunca lo ha sido. Aquí no hay paz por territorios. El 24 de febrero de 2022 Putin se enzarzó en una batalla geopolítica y por un nuevo orden internacional. Su objetivo sigue siendo controlar Ucrania en su totalidad y despojarla de cualquier viso de soberanía e independencia. Pero su capacidad para sostener el esfuerzo bélico depende de su bolsillo. Rusia está ya abiertamente en una economía de guerra. En otras palabras, los recursos que produce el país están destinados a mantener el conflicto. Una economía de guerra no es sostenible por definición. No está diseñada para serlo. El único objetivo de política económica es ganar la guerra. ¿Qué sucede cuando el objetivo se dilata demasiado en el tiempo? Una economía de guerra genera inflación y desequilibrios profundos por una asignación de recursos completamente ajena al crecimiento o al bienestar de los ciudadanos. Tiene unos primeros efectos –en el corto plazo– de crecimiento inducido, pero Rusia ya ha pasado esa etapa y los indicadores se van deteriorando. Putin parece haber pensado siempre que el tiempo juega a su favor, pero en el medio plazo esto no está tan claro. A ello se añade el efecto de las sanciones. El debate sobre su eficacia daría para muchas publicaciones, pero es innegable que las sanciones y la congelación de los haberes rusos en países occidentales está limitando el acceso a la financiación, a la tecnología, a su capacidad de continuar la guerra, en definitiva. A pesar de esto, se estima que Rusia tiene recursos para mantener el esfuerzo bélico durante al menos de 12 a 18 meses más. Pero antes de agotar ese plazo Putin buscará un respiro, un alto el fuego.
Lo que dista de estar claro, y es nuestra gran responsabilidad, es que Ucrania logre resistir, evitando un colapso militar o económico (un gran “si”, cuyo desenlace depende del apoyo continuo de Occidente). Ello obligará a Moscú a buscar ese respiro. Pero no será el fin de la agresión rusa. Será sólo una pausa estratégica. Putin utilizaría esta tregua para consolidar su control sobre los territorios ocupados, reorganizar sus fuerzas y preparar futuras agresiones.
Es a este escenario al que se refieren los encuestados por el Instituto de Estudios de la UE. El Kremlin conservaría los territorios ocupados y fortalecería su posición estratégica. Un alto el fuego en esos términos consolidaría las anexiones, debilitaría aún más a Ucrania y conllevaría una enorme pérdida de credibilidad internacional. El mensaje sería claro: es legítimo ganar territorios por la fuerza.
¿Cómo evitar este escenario? Dos medidas son necesarias:
- Mantener las sanciones, incluida la congelación de activos financieros rusos en Occidente
- Proporcionar garantías de seguridad a Ucrania, un compromiso claro de apoyo militar, financiero y político a largo plazo.
Sólo un alto el fuego en estas condiciones abrirá el camino para una futura paz justa y estable.
Seria muy interesante leer un trabajo (Nota) sobre este tema, pero escrito por alguién imparcial. Es obvio que el autor, debido a su cargo y formación, toma partido por Ucrania.