«La marca Bayer tiene una excelente reputación mundial y una fuerza de acero. Debemos aprovecharlo».
Han pasado cuatro meses desde que Werner Baumann fuera nombrado presidente y consejero-delegado de Bayer, y este economista ha conseguido cerrar la mayor fusión del año con la compra de Monsanto. Nacido en la localidad alemana de Krefeld en 1962, Baumann ha desarrollado su carrera profesional en Bayer, la segunda compañía alemana por valor en bolsa. Comenzó en 1988 en el departamento financiero en la sede del grupo en Leverkusen. En 1991 fue trasladado a Bayer España como controller financiero y mano derecha del director. Cinco años más tarde, se convertía en director global de planificación de negocio y organización en la división de diagnóstico en la sede del grupo en Nueva York. Desde 2002, tras su regreso a Alemania, ascendió de forma imparable por los puestos ejecutivos clave de Bayer, tanto en el sector de salud como de farmacéutica. En 2010 fue nombrado director financiero y en 2014 director de estrategia de la compañía.
Baumann asegura que la adquisición de Monsanto es “la combinación perfecta”. La unión de los productores de semillas y de químicos protectores de cultivos. Una unión de empresas que puede ayudar a generar productos más eficientes para resolver el desafío mundial de la alimentación. Estas compañías se complementan incluso en su reputación. Monsanto es una de las empresas con peor imagen del mundo. Particularmente en el Viejo Continente, donde sus cultivos transgénicos son ferozmente rechazados y criticados por grupos ecologistas. No es de extrañar, por tanto, que haya habido múltiples intentos para dinamitar la fusión Bayer-Monsanto. Una campaña popular logró reunir en cinco días 155.000 firmas en contra de la operación. Uno de los retos inmediatos de Bayer será aplacar los temores y críticas que han surgido entre la opinión pública mundial por su posición de poder en el sector agrícola, donde se convertirá en el nuevo “señor de las semillas” como heredero de Monsanto.
El mayor acuerdo del año tiene que hacer frente aún al examen de los reguladores de competencia de más de 30 países. Es previsible que el gigante tenga que vender activos de sus negocios de algodón, soja y colza en todo el mundo para ajustarse a las normas antimonopolio. El resultado final de la operación tendrá que esperar a 2017. Lo que está claro es que la empresa alemana se convertirá en líder del sector, con una cifra de negocio anual de unos 23.100 millones de euros. Los consumidores y agricultores temen una subida de precios por la reducción de competencia. Con este paso, las multinacionales agrícolas refuerzan su voz en la producción alimentaria mundial, reduciendo el papel de los Estados y los productores.