El viejo e intenso debate acerca de la posesión de armas en Estados Unidos está lejos de agotarse. La sucesión de matanzas –como la del festival de música de las Vegas en octubre o el tiroteo en una iglesia en Texas este noviembre: 58 y 26 muertos, respectivamente–, ponen una y otra vez el asunto encima de la mesa. En el debate pugnan una serie de actores y uno destaca por su tenacidad: se trata de Wayne LaPierre, consejero delegado y vicepresidente de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y campeón en la defensa de la Segunda Enmienda.
La NRA es una organización sin ánimo de lucro que lucha por el derecho a la posesión de armas recogido en la Segunda Enmienda de la Constitución de EEUU. Fundada en 1871, a lo largo de su trayectoria se ha dedicado a la instrucción y perfeccionamiento de tiro y a organizar campeonatos nacionales. Pero, sobre todo, a actuar como grupo de presión, hoy uno de los más poderosos del país. LaPierre, director ejecutivo desde 1991, se unió a la NRA en los setenta.
La NRA se presenta como la más antigua organización de derechos civiles en EEUU en activo. Desde hace décadas, batalla por tierra, mar y aire en defensa de sus intereses: influye en el proceso legislativo, pleitea y apoya y se opone a los candidatos presidenciales, según su postura sobre las armas.
Desde su posición como grupo de presión y ante las críticas a la Segunda Enmienda, la NRA consideró oportuno la creación del Instituto para la Acción Legislativa (ILA) como herramienta de defensa. Además, para asegurar su financiación, establecieron en 1990 una fundación. Este tipo de estrategias de institucionalización y financiación facilitan y refuerzan su capacidad de influencia lobista. Cabe añadir, además, la selección de sus altos mandos, donde perfiles como el de Wayne LaPierre refuerzan al conjunto de la asociación.
Wayne Robert LaPierre Junior nació en 1949 en Schenectady, Nueva York. Conservador, no ha tenido reparos en apoyar abiertamente a Donald Trump, a quien financió durante su carrera presidencial. Con su llegada a la Casa Blanca la NRA ha ganado centralidad con respecto a la era Obama, al posicionarse como aliado del ejecutivo. Su visión apocalíptica de EEUU –asediada por terroristas y criminales, según sus palabras– van en concordancia con el discurso de Trump.
La retórica ácida de LaPierre, sin embargo, le ha jugado malas pasadas con algunos líderes republicanos. En 1995 provocó que el expresidente George H. Bush renunciara a su membresía vitalicia de la NRA debido a sus comentarios ofensivos sobre los agentes federales. No es un caso aislado.
LaPierre ha señalado a los académicos y la prensa como las amenazas más importantes a las que se enfrenta EEUU, proclamando que la izquierda ha secuestrado las instituciones de enseñanza y a la juventud. De ahí su mala relación con la prensa mainstream y los políticos liberales, a quienes ataca en cuanto tiene ocasión. La izquierda contraataca retratándolo como un manipulador que no defiende los intereses reales de su base, argumentando que la NRA representa más a la industria armamentística y sus intereses. Su popularidad, sin embargo, lo avala.
LaPierre niega la relación entre leyes que permiten un acceso fácil a las armas y la proliferación de masacres. Pese a la sucesión de tiroteos masivos, por el momento parece complicado que el Congreso termine legislando en el sentido de un mayor control de las armas. Según LaPierre, la violencia tiene que ver con los videojuegos y películas violentas; con la prensa, la precariedad del sistema de control y seguimiento de trastornos mentales y la falta de aplicación de ciertas leyes federales. Después del atentado de las Vegas, LaPierre declaró que Hollywood es también responsable por el mal uso de las armas: la industria del cine gana millones de dólares mostrando un uso irresponsable de las mismas a través de sus películas.
Entre las propuestas de LaPierre para atajar la violencia creciente están el disponer de personal de seguridad armado en las escuelas; aumentar la inversión en un sistema de salud mental más eficiente; crear un registro por el cual se limite la venta de armas a personas con trastornos mentales; mejorar la aplicación de las leyes federales sobre la encarcelación de criminales con armas, y sentencias severas para quienes incurran en posesión ilegal, entre otras. Tras el atentado de las Vegas, LaPierre se manifestó a favor de regular los transformadores que modifican un arma semiautomática en una automática. No fue un acto gratuito: como las armas automáticas ya son ilegales, el interés de la NRA está en no dar pie al debate sobre las semiautomáticas.
LaPierre dice querer preservar la libertad de la gente de a pie a poder protegerse, poniendo en evidencia cómo esas mismas élites que están a favor del control sobre las armas cuentan con guardaespaldas privados para su seguridad. Su imagen de valedor de la Segunda Enmienda y las libertades de americano medio, por el momento, lo convierten en la voz a tener en cuenta.