El 15 de noviembre, Zimbabue era protagonista de una serie de operaciones militares que acabaron con el actual presidente, Robert Mugabe, bajo arresto domiciliario, el paradero de la primera dama no confirmado y el ministro de Finanzas del país detenido. Ante la conmoción de la sociedad internacional por lo que pueda pasar –con las Naciones Unidas, la Unión Europea o la Unión Africana abogando por una solución dialogada y sin violencia–, los militares han declarado que su intención es restaurar la normalidad.
Recapitulemos en el tiempo. Durante los últimos meses, debido a la avanzada edad y al precario estado de salud de Mugabe, había comenzado una lucha por el poder ante la eventual sucesión en el cargo, pese a que Mugabe fue investido por su partido como candidato para las elecciones de 2018. La lucha tenía como protagonistas a la primera dama, Grace Mugabe, y al exvicepresidente, Emmerson Mnangagwa. Ambos cuentan con seguidores dentro del partido del gobierno. Mientras que Grace se rodea del llamado G40, conformado por altos funcionarios que buscan relegar a la vieja guardia del tiempo de la guerra de la independencia, Mnangagwa, veterano de guerra, cuenta con los militares y cargos que participaron en la histórica lucha por la liberación del país.
En línea con su apoyo al ascenso de su mujer, Mugabe comenzó una serie de purgas que afectaron a una facción de la vieja guardia, levantando recelos entre el mando militar. El antagonismo culminó con el despido de Mnangagwa, contra quien la primera dama llevaba confabulando desde hacía meses. Esta expulsión despejaba el camino hacia la presidencia de Grace, al tiempo que alienaba más a los militares. Ante estos hechos, el más alto mando militar del país, Constantino Chiwenga, hizo unas declaraciones alertando de que futuras purgas darían pie a una posible intervención.
Mugabe creía que tenía el poder suficiente como para erigir una dinastía familiar con su esposa como sucesora. Los hechos han demostrado lo contrario.
El coronel no tiene quien le escriba
Mugabe nació en 1924 en la colonia británica de Rodesia del Sur. Se desempeñó como profesor y amplió sus estudios en Suráfrica y Londres. En 1960 regresó a Rodesia del Sur y se unió a las filas de la Unión Popular Africana de Zimababue (ZAPU) para luchar contra el régimen racista de Ian Smith. Fue arrestado en un par de ocasiones y huyó a Tanzania, donde fundó la Unión Nacional Africana de Zimbabue (ZANU). Retornó a Rodesia del Sur, siendo arrestado y condenado a diez años de prisión. Durante su condena, Rodesia del Sur obtuvo la independencia, quedando bajo un gobierno racista liderado por Smith. Tras cumplir su condena Mugabe se fue a Mozambique, donde creó el brazo armado del partido.
El acuerdo para la independencia se discutió en Londres en 1979, estipulando que no habría ningún tipo de ventaja para la minoría blanca, concluyendo así los acuerdos que pusieron fin al dominio blanco del país y el comienzo de elecciones democráticas en la recién instaurada Zimbabue. Desde entonces, Mugabe ha sido el máximo líder del país. Primero ejerció como primer ministro y después como presidente, tras una reforma constitucional en 1987 que unió la jefatura de gobierno y Estado.
Durante su etapa como primer ministro, Mugabe no dudó en recurrir al ejército para reprimir a la minoría ndebele, llevando a cabo operaciones de limpieza étnica entre 1982 y 1987. Por otra parte, llevó a cabo una política de reconciliación entre blancos y negros. En estos primeros años la economía creció y se realizaban inversiones en los sistemas de salud pública y educación. Así, Mugabe consiguió que Zimbabue se transformara en uno de los mayores productores agrícolas de África, al tiempo que reducía los índices de analfabetismo.
Ante una situación socioeconómica complicada a finales de los años noventa, Mugabe impulsó una reforma agraria que despojó a la minoría blanca de sus tierras sin indemnización, lo que derivó en bloqueos económicos por parte de EEUU y la UE.
A pesar de los altibajos en el camino, Mugabe se ha ido deshaciendo de todos los obstáculos que amenazaban su poder. Hasta la fecha, Mugabe ha sido reelecto en todos los sufragios presidenciales, en elecciones tachadas de fraudulentas por la comunidad internacional. El coste no ha sido baladí: su imagen de líder de la independencia se ha ido diluyendo década a década. A esto ha ayudado su responsabilidad en la crisis económica de Zimbabue, con unas tasas de inflación estratosféricas y una moneda nacional colapsada. Para la primera década de los 2000, Zimbabue estaba sumida en la inflación y el desempleo, con el analfabetismo repuntando y una esperanza de vida muy por debajo de la media de otros países.
Zimbabue ha pasado de ser uno de los países más prósperos de África a ser uno de los más pobres. De ser un país que exportaba alimentos a sus vecinos ha pasado a sufrir crisis alimentarias. Mientras tanto, el presidente y la primera dama han visto aumentar su impopularidad con excesos como fastuosos festejos de cumpleaños.