La Unión Africana (UA) elegirá la próxima semana al nuevo presidente de su comisión, el cargo más importante de la organización con sede en Addis Abeba. Constituida en julio de 2000, la UE entró en funcionamiento en 2002 y remplazó a la Organización para la Unidad Africana, nacida en 1963. Si durante décadas sirvió de foro de discusión para los dictadores africanos, a partir de 2002 la UA pasó a la práctica irrelevancia como punto de encuentro fundamentalmente de diplomáticos sin capacidad de decidir. En 2012, se planteó la necesidad de impulsar el papel integrador de la UA a nivel continental. Para ello, se eligió a una presidente de larga trayectoria política: Nkosana Dlamini-Zuma, activista en la lucha contra el apartheid en su país natal, Suráfrica.
Dlamini-Zuma, nacida en 1949 en Zulu-Natal y exmujer del actual presidente surafricano, Jacob Zuma, fue ministra de Sanidad con Nelson Mandela (1994-99) y de Relaciones Exteriores entre 1999 y 2009 con Thabo Mbeki, quien la designó ministra del Interior desde 2009 hasta 2011.
Ahora, tras un liderazgo cuestionado en la Unión Africana, Dlamini-Zuma se prepara para volver a Suráfrica con la aspiración de ser la próxima presidenta del país. El reto es extraordinario; sucedería a su exmarido, inculpado por la justicia surafricana en 783 casos de corrupción y fraude en una presidencia muy discutida dentro y fuera del país.
El balance que deja Dlamini-Zuma en la UA es controvertido. Si por un lado ha llevado a cabo una campaña incansable contra la discriminación de género, la violencia contra las mujeres y el matrimonio infantil en África, sus logros en la promoción de la unidad, solidaridad, cohesión, la cooperación entre los pueblos y países africanos y la resolución de conflictos está cuestionada. La UA no ha actuado con eficacia ni en los conflictos de Sudán del Sur ni en Burundi. En este último país han quedado de manifiesto los límites de la UA como organización supranacional cuando, en enero de 2016, la mayoría de los líderes africanos decidieron no respaldar el despliegue de una fuerza de paz de 5.000 hombres. Dlamini-Zuma deja a la organización seriamente en entredicho en cuanto a su capacidad para prevenir y resolver conflictos en África.