«Los proyectos mineros se desarrollarán según los intereses fundamentales de nuestro pueblo»
Mongolia celebra elecciones presidenciales el 26 de junio y el candidato favorito es Miyegombyn Enkhbold, más conocido por sus maniobras entre los bastidores de la política que por su programa. Con una economía renqueante que ha necesitado un plan de rescate liderado por el Fondo Monetario Internacional, Enkhbold promete estabilidad y business as usual. Su falta de carisma queda compensada por los excesos de sus dos contrincantes.
País minero, Mongolia ya sabe lo que es la montaña rusa del ciclo de las materias primas. Entre 2009 y 2014, el auge minero (cobre, carbón, oro) hizo crecer el PIB de Mongolia un 70%. A partir de ese año, los precios de las materias primas cayeron, se redujo la inversión extranjera y las deudas se acumularon. En 2012, Mongolia tenía unas reservas de divisas de 4.000 millones de dólares. En septiembre de 2016, estas habían caído hasta los 1.000 millones. Para evitar una quiebra, Ulán Bator negoció el pasado invierno con el FMI un plan de rescate de 5.500 millones de dólares. Al próximo presidente del país le tocará gestionar su implementación y las reformas y recortes asociados.
Primer ministro entre 2006 y 2007, Enkhbold ha pasado el último año como presidente del Gran Kural, el parlamento mongol, donde el Partido Popular de Mongolia (MPP) logró mayoría absoluta en las legislativas del pasado verano. En aquel momento, Enkhbold pudo haber optado al cargo de primer ministro, pero prefirió mantenerse al margen de las batallas políticas cotidianas, lejos del foco mediático, dedicándose a gestionar la agenda legislativa. Ahora, Enkhbold busca una imagen presidencial, más allá del teatro de la política, además de una estampa arquetípicamente mongol. Quiere que sus conciudadanos lo vean como un criador de caballos de la Mongolia profunda, pese a que la mayoría de sus votantes reside en la capital del país.
Enkhbold se unió al MPP en 1990, año en que Mongolia inició su transición democrática después de siete décadas de dictadura comunista. El proceso culminó dos años después con las primeras elecciones libres celebradas en el país. Desde entonces, Enkhbold ha pasado por varios cargos, desde alcalde de Ulán Bator a primer ministro. Tras los dos mandatos de Tsakhiagiin Elbegdorj, del Partido Democrático, ahora aspira a ganar la presidencia para el MPP.
No lo tiene fácil. Por primera vez en su historia, Mongolia podría ir a una segunda vuelta, en el caso de que Enkhbold no logre el 50% de los votos. Entre los asuntos principales de la campaña está, por supuesto, la minería. Por el Partido Democrático se presenta Khaltmaagiin Battulga, exjudoca, empresario y gobernador regional, con una imagen de ser más corrupto que la media (elevada) del país; como prueba, el arresto en abril de 2016 de numerosos subalternos. Por el histórico Partido Revolucionario Popular de Mongolia (PRPM) se presenta Sainkhuu Ganbaatar, hasta el año pasado parlamentario independiente. Ambos candidatos abogan por un mayor control estatal del sector minero, Ganbaatar con mayor vehemencia que Battulga. “Los mongoles de Mongolia son los auténticos amos –afirma en su manifiesto Ganbaatar–. Esto significa que los mongoles son quienes deciden sobre sus recursos naturales”.
El candidato del PRPM tiene en mente el gigantesco complejo minero de Oyu Tolgoi, en el desierto de Gobi, de donde se extrae cobre y oro. Está gestionado por una filial conjunta entre Rio Tinto, que posee el 66% de la propiedad, y el gobierno de Mongolia, con el 34%. El complejo comenzó a operar en 2013 y para 2025 se espera que sea el tercer mayor productor de cobre del mundo.