El espectro del castrismo representado por Raúl Castro aún permea en el gobierno de Cuba, pero esto no durará para siempre. Cuando se comenzó a buscar a alguien que no hubiera cumplido los ochenta años para dejarle la jefatura del Estado en 2018, Raúl no vio muchos candidatos que fueran medianamente creíbles como presidente. Un nombre resonó, el del actual vicepresidente Miguel Díaz-Canel. Aunque no haya habido ningún candidato alternativo, su elección no es aún definitiva.
Nacido el 20 abril de 1960 en la ciudad de Santa Clara, se graduó como ingeniero electrónico en 1982 y hasta 1985 hizo el servicio militar obligatorio. Ese año ingresó como profesor en la Universidad Marta Abreu, donde además se desempeñó como dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas. Tras ello ejerció la política en puestos de bajo perfil. En 1994 fue designado primer secretario del Partido Comunista de Cuba de Villa Clara y en 2003 ocupó el mismo puesto en la provincia de Holguín. En mayo de 2009, ya bajo la gestión presidencial de Raúl Castro, fue nombrado ministro de Educación Superior y en marzo de 2012 asumió su papel como vicepresidente del Consejo de Ministros.
Partidario de un “socialismo próspero y sustentable”, no es una figura marcada con el pasado prerrevolucionario ni los momentos iniciales de la Revolución cubana. El grueso de su carrera política se desarrolló con la isla comunista ya fuera de la órbita soviética, precisamente cuando Cuba más necesitó abrirse a Occidente y las reformas económicas se hicieron más apremiantes. Su posible sucesión es un hecho inédito en el país. Se ha impuesto la realidad de la vida y resulta necesario un cambio de generación. Aunque existen todavía dudas sobre cuánto poder real está dispuestos a ceder Raúl, sí hay un consenso generalizado de que tras el colapso político y económico de su mecenas, Venezuela, Cuba tiene que buscar inversiones extranjeras y relacionarse con otros gobiernos. Y eso requerirá a cambio al menos algunos gestos de relaciones públicas para convencer al mundo exterior de que está dejando de ser un Estado gobernado por una sola familia.
Algunos ven en Díaz-Canel al hombre que conducirá una eventual transición en Cuba, mientras que otros sostienen que perpetuará el legado del castrismo
Díaz-Canel es un político que se ha movido en el ámbito militar y civil, que sabe cómo funciona el país y, más importante aún, cómo los Castro quieren que siga funcionando. El propio Raúl expresaba que “no es un novato ni un improvisado”. Poco conocido anteriormente, sus apariciones públicas, ahora como segundo de a bordo del régimen cubano, no han cesado desde la muerte de Hugo Chávez. Al irse acercando la fecha de la elección ha ido adquiriendo más responsabilidades, con visitas a los países aliados más importantes como Rusia y Venezuela.
Algunos ven en Díaz-Canel al hombre que conducirá una eventual transición en Cuba, mientras que otros sostienen que perpetuará el legado del castrismo. Sin embargo, hasta que Raúl Castro siga vivo, poco importará quién se convierta en presidente de Cuba el año que viene, ya que este controla el buró político del Partido, las Fuerzas Armadas y la seguridad del Estado. Asimismo, un cerrado círculo de generales y coroneles administra la economía del país. El poder del próximo presidente será escaso. Para luchar contra esta situación, Díaz-Canel habría de ser un político sobresaliente y, sobre todo, demócrata. Pero nada indica que vaya a desafiar al establishment, pues de ese modo le sería arrebatada la posibilidad de su elección. En base a esta lógica poco cambio se puede esperar en Cuba, sea quien sea quien ocupe el nuevo gobierno.