Los resultados del referéndum de independencia que tuvo lugar en el Kurdistán iraquí el 25 de septiembre reflejan lo que desde años –hubo otro a principios de 2005– viene confirmándose: el pueblo kurdo anhela un Estado-nación para sí. Si la consulta de 2005 fue gestada desde organizaciones civiles, la de este año viene de la élite política. En particular, de la tenacidad del presidente del Kurdistán iraquí, Masoud Barzani, que ha conseguido volver a poner sobre la mesa la aspiración kurda de independencia, al menos en Irak, tras un periodo oscuro donde el Estado Islámico ha acaparado toda la atención en Oriente Próximo.
Nacido en 1946 en Mahabad, actual territorio iraní, Barzani creció anhelando un Kurdistán independiente. Es hijo de Mustafa Barzani, quien fundara y liderara el Partido Democrático del Kurdistán en Irak, a quien acabaría sucediendo en la primera línea de una empresa histórica: dar al pueblo kurdo un Estado donde vivir en paz.
Las raíces de la cuestión kurda se remontan a los arreglos derivados de la Primera Guerra Mundial, cuando fue desmantelado el Imperio otomano. El Tratado de Sèvres incluía la posibilidad de la creación de un Estado kurdo. Finalmente, dicho tratado se vio reemplazado por el de Lausana, que no recogía tal disposición. Los kurdos quedaron dispersos por los territorios de Irán, Irak, Siria y Turquía. Décadas después, en el marco de la guerra Irán-Irak de los años ochenta, los kurdos fueron señalados por Sadam Husein como traidores y por medio de una campaña militar, denominada Operación al-Anfal, unos 5.000 civiles kurdos fueron asesinados entre 1986 y 1989 y muchas de sus localidades arrasadas. Husein no reparó en emplear armas químicas y durante la guerra del Golfo en 1991, Estados Unidos designó una zona de exclusión aérea en el noroeste de Irak, facilitando la autonomía de la región kurda. La posterior invasión estadounidense en 2003, la caída de Husein y la proclamación de una nueva Constitución en 2005 le otorgaron su estatuto autónomo. Dicha Constitución garantiza la autonomía de la región, otorgándoles autoridad para gobernar, proteger y desarrollar la región, con amplio margen de maniobra.
Luces y sombras
En 2005, el Parlamento regional eligió a Barzani como presidente del Kurdistán iraquí. En las siguientes elecciones, en 2009, fue reelegido por votación directa. Barzani agotó su mandato en 2013, pero el Parlamento regional alargó su mandato dos años. Desde 2015 gobierna como presidente de facto, ante la ausencia de candidatos y el fracaso en las negociaciones entre gobierno y oposición.
Desde su posición, Barzani ha abogado por la independencia apoyándose en la historia –la represión sufrida por la población kurda a lo largo del tiempo– y en la actualidad –los recortes presupuestarios orquestados desde Bagdad–. Tampoco ha dudado en instrumentalizar la gran contribución de los peshmerga a la lucha contra Daesh. Además de las disputas ocasionales con Bagdad, el gobierno de Barzani se ha caracterizado por el nepotismo, con su familia más cercana en altos cargos de la administración. A la luz de estos hechos, el referéndum podría interpretarse como una estrategia para mantenerse en el poder, capitalizando las aspiraciones colectivas como medio para obtener una victoria en las elecciones del 1 de noviembre.
Con independencia de las batallas internas, Barzani ha logrado visibilizar las aspiraciones kurdas en el escenario internacional, a costa de irritar a sus socios comerciales, de quienes depende. El referéndum no era vinculante, pero constituye una clara declaración de intenciones. Y, desde luego, una invitación al diálogo con el gobierno central de Irak. Pese a que no se trata de una declaración formal de independencia, Barzani ha puesto en alerta a sus vecinos regionales con poblaciones kurdas dentro de sus fronteras.
Barzani también ha logrado reforzar su imagen de representante de las aspiraciones de su pueblo. Aunque oficialmente no se ha postulado para las elecciones presidenciales del 1 de noviembre, el éxito del referéndum podría facilitar su continuidad en el poder. Tras 12 años al frente de la presidencia del Gobierno Regional del Kurdistán, la celebración de estas elecciones podría cambiar el panorama político.
Solo el partido de la oposición Gorran ha presentado candidato dentro del límite para inscribirse en la carrera presidencial y la comisión electoral aún no se ha pronunciado sobre ello. En caso de que el candidato de Gorran fuese rechazado, las elecciones no se celebrarían. De lo contrario, lo lógico es que dicho candidato se alce con la victoria.
El 1 de noviembre constituye una prueba de fuego para la democracia y el sistema político del Kurdistán iraquí. Mientras tanto, todos siguen pendientes de Barzani. ¿Acabará participando? ¿Cómo afectaría su presencia al resultado? Que el proceso electoral sea percibido como un ejercicio de libertad y transparencia será determinante para la imagen que el Kurdistán iraquí proyectará como potencial Estado democrático, afectando a sus posibilidades de independencia.