“Cuando naces en esta posición, tienes que aceptarlo».
El Rey ha muerto, viva el Rey. O no tan rápido. En Tailandia, la sucesión del monarca Bhumibol Adulyadej por el príncipe heredero, Maha Vagiralongkorn, deberá esperar al menos un año, dedicado al duelo. El país dejará de funcionar a pleno gas y sus habitantes vestirán con ropas oscuras. La coronación formal de Vagiralongkorn podría, incluso, retrasarse años. Mientras tanto, uno de los consejeros del rey, Prem Tinsulanonda, ejercerá de regente.
La transición entre Bhumibol y Maha no será sencilla. Al primero, con estatus de divinidad en un país que ha regido durante 70 años, le sucederá un hombre demasiado terrenal, con una vida salpicada de escándalos y cuya popularidad es menor que la de una de sus hermanas pequeñas, la princesa Maha Chakri Sirindhorn. El futuro rey de Tailandia nació en 1952 y estudió en colegios privados de Reino Unido y Australia para después dar el salto a la carrera militar. En los años setenta llegó a participar en operaciones contra los Jemeres Rojos y a comandar el batallón de protección del rey. Fue en ese periodo cuando abandonó el ejército, como manda la tradición, para ordenarse monje budista.
Desde entonces, la vida de Maha no ha estado regida por la moderación y la tranquilidad, ni libre de deseos, pasiones y dolor. Lo corroboran sus apariciones tanto en The Economist como en Vanity Fair, que titula uno de sus artículos dedicados al futuro monarca “Casinos, contrabando y despilfarros: larga vida al nuevo rey de Tailandia”. “Casado en tres ocasiones, del primer matrimonio con una prima hermana nació una hija –escribe Carmen Gallardo–. Después, se casó con una actriz, pero la reina Sirikit no reconoció el enlace a pesar de que nacieron cinco hijos (la madre y los hijos tuvieron que huir a EEUU donde viven exiliados) y, finalmente hace 13 años se casó con la ex princesa real Srirasmi, con quien ha tenido un hijo varón, el príncipe Dipangkorn Rasmijoti, segundo en la línea de sucesión”.
Thai Crown Prince Vajiralongkorn at Munich airport pic.twitter.com/dHiCM87Eqx
— Nepareizais (@Nepareizais) 21 de julio de 2016
En la fotografía de arriba se le puede ver en el aeropuerto de Múnich, acompañado de su tercera mujer –hoy exmujer– y de su caniche Foo Foo, con rango como mariscal jefe del aire.
Inestabilidad política
Maha heredará un país políticamente dividido, donde el ejército, auténtico poder real, se vale de la institución de la monarquía para legitimar su gobierno. Los últimos diez años han sido testigos de una batalla entre los camisas rojas leales a Thaksin Shinawatra (al que un golpe de Estado desalojó del poder en 2006, tras haber sido elegido democráticamente) y los camisas amarillas leales a Bhumibol, el ejército y las clases aristocráticas. El pasado agosto, una nueva Constitución diseñada por la Junta Militar fue aprobada en referéndum. Estaba previsto que se celebrasen elecciones en 2017, a las que presumiblemente se presentaría Prayuth Chan-ocha, líder golpista, pero la muerte de Bhumibol deja los planes de los militares en el aire.
Aquí entra en juego Maha, cuya amistad con el depuesto Thaksin preocupa a los camisas amarillas. A este problema se suma su escasa popularidad: ante la pérdida de legitimidad tras la muerte de Bhumibol, es probable que el ejército agarre con más fuerza las riendas del país para evitar revueltas. Tailandia, por ejemplo, tiene una de las leyes de lesa majestad más duras del mundo. Cualquier ofensa a la monarquía se castiga con penas de entre 3 y 15 años de prisión.
Mientras la sombra del conflicto civil planea sobre el país, el duelo de Maha será seguido de cerca por propios y extraños. ¿Estará a la altura del mito de su padre? Probablemente, no. ¿Cuando acabe su reinado, Tailandia será un país un poco más libre y un poco más próspero que cuando comenzó? Ahí es donde Maha se juega su lugar, si no en los corazones de su pueblo, sí en los libros de historia, o al menos en las páginas de The Economist, en lugar de en las de Vanity Fair. Alfombra roja, pues, para el monarca improbable.