Verdaderos Finlandeses (VF), o como se acerca más a su nombre en finlandés –Perussuomalaiset o “Finlandeses ordinarios”–, tiene nuevo presidente: Jussi Kristian Halla-aho (Tampere, 1971). La votación, celebrada el 10 de junio y de la que Halla-aho salió con el 56% de los votos, ha virado la imagen ideológica del partido unos grados más hacia la extrema derecha, si cabe, dando la espalda al moderado Sampo Terho.
Halla-aho tiene dos principios políticos clave, y así los ha expuesto: sacar a Finlandia de la Unión Europea –el finlandés es diputado del Parlamento Europeo, como en su día lo fueron Nigel Farage o Marine Le Pen– y prohibir la entrada a los inmigrantes. Nada nuevo bajo el sol de la extrema derecha y el euroescepticismo. Para conocer su postura sobre estos y otros temas de actualidad, este lingüista doctorado por la Universidad de Helsinki en 2006 tiene un blog, Scripta, en el que ha ido publicando su visión sobre cuestiones cuanto menos controvertidas. De hecho, el propio autor informa en su biografía: “Si ya sabes que estos temas te calientan, no hagas clic”. Quien avisa no es traidor.
Halla-aho es conocido por tener opiniones muy marcadas sobre los refugiados, los musulmanes, las mujeres, o la UE; y de expresarlas de forma descuidada, un estilo de moda entre los anti-establishment. Podríamos exponer una retahíla de citas “célebres” de Halla-aho, pero ya hay listas y traducciones disponibles para el lector curioso, y en cualquier caso no aportaría nada positivo a estas líneas. Bastará decir que, como consecuencia de algunos de sus comentarios, fue condenado por el Tribunal Supremo de Finlandia en 2012 a pagar una multa por incitar al odio.
Es más importante, sin embargo, el análisis de qué significa su elección para el partido y para la coalición que gobierna Finlandia desde 2015, de la que VF forma parte. En primer lugar, Halla-aho releva al moderado y cofundador del partido, Timo Soini. VF se creó en 2011 como un pequeño partido-protesta cuya popularidad subió como la espuma, provocando una jytky (“explosión”), como lo denominó su cofundador. Fue tal el ascenso que en las elecciones de 2015 obtuvieron 20 puntos porcentuales de apoyo social, convirtiéndose en la segunda fuerza más votada del Parlamento. Hoy, esa cifra ha bajado al 8%. En parte, quizá, por las concesiones que han tenido que hacer para entrar en la coalición tripartita, cabreando al votante nuclear, y para mantenerse, como aceptar el tercer rescate griego o la entrada récord de solicitantes de asilo en el país. El desencanto generado por esa desviación desde sus valores esenciales está, probablemente, detrás de la elección de Halla-aho.
El propio partido ha variado mucho desde sus inicios. Cuando nació de las cenizas del Partido Finlandés Rural, se oponía a la globalización, al mercado libre capitalista y a las élites en general. Desde la academia se ha estudiado su evolución hacia un partido más similar a la UDC-SVP suiza o al Frente Nacional francés: un partido de jóvenes, muchos de ellos formados, preocupados por la apertura de sus fronteras a la cultura, el mercado y las personas del exterior.
En segundo lugar, con este nuevo presidente de partido el frágil consenso pragmático que gobernaba el país hasta ahora, por el que VF había rebajado sus humos xenófobos y euroescépticos, está en peligro. Los otros dos partidos de la coalición son el Partido del Centro, al que pertenece el primer ministro, Juha Sipilä, y el Partido de la Coalición Nacional (PCN), europeísta. Desde ambos, los mensajes sobre el futuro de la cooperación son pesimistas. Sipilä ha dicho que no hay “bases para continuar la cooperación”, y por su parte el PCN ha dicho que podría no querer cooperar más.
La representación del partido en el parlamento no ayuda a calmar el ambiente. VF ha sustituido a tres diputados de la cámara por políticos de mano dura anti-migración: Laura Huhtasaari, Teuvo Hakkarainen y Juho Eerola. De ellos, Hakkarainen fue también multado a principios de año por pedir en su muro de Facebook una Finlandia “libre de musulmanes”.
Las perspectivas no eran buenas, como explica Jan Von Gerich, analista de Nordea: “Si la coalición continúa, será cada vez más difícil para los partidos ponerse de acuerdo en algo. Y si el gobierno se rompe, una nueva coalición probablemente cambie el programa político fiscal que está ahora funcionando”. Ante tal situación, el partido se escindió y veinte miembros moderados fundaron la Nueva Alternativa, dispuestos a permanecer en la coalición gobernante. Así, al menos en principio, y al menos por ahora, el primer ministro daba por concluida la crisis política en una conferencia de prensa.
Sin embargo, sin la armonía social que asegure consensos políticos y una coexistencia pacífica, la situación está mucho menos que resuelta. Finlandia está sufriendo una crisis política y social, además de un colapso de las instituciones. No es la única en Europa, pero tiene unos engranajes estructurales particulares, que están a prueba para ver si logran frenar la ola de extremismo que asuela el continente.