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Alfombra roja: Joe Biden
APODO: The VP.
FRASE: “La política exterior es como las relaciones humanas, solo que la gente sabe menos unos sobre otros”.
CURRÍCULO: Licenciado en Derecho por la Universidad de Siracusa, Joseph Robinette Biden apenas ejerció como abogado antes de saltar a la política. En 1972, con 30 años, la edad mínima requerida para el cargo, se convirtió en el sexto senador más joven en la historia de Estados Unidos. Un mes después, su mujer y su hija morían en un accidente de tráfico. Biden juró el cargo en el hospital, mientras acompañaba a otro de sus hijos en su recuperación. En 1987 decidió sumarse a la carrera presidencial, participando en las primarias demócratas. Varios escándalos sobre plagio hundieron su campaña. En 2008 lo intentó de nuevo, pero un fenómeno llamado Barack Obama se cruzó en su camino, como le sucedió a Hillary Clinton, la principal contendiente.
Con más de 35 años de experiencia en el Senado, destacando su labor en el comité de relaciones exteriores, que presidió en varias ocasiones, Obama le ofreció la vicepresidencia. Han formado una pareja atípica, como todas. La tarea de Biden, sin embargo, ha sido diferente de las de sus predecesores por un motivo: Dick Cheney. El vicepresidente más poderoso de la historia de EE UU dejó un legado extraño. “Mientras la mayoría de vicepresidentes llegan dispuestos a expandir la influencia del cargo, Biden se enfrenta a la enigmática tarea de resolver como reducirla”, explicaba en 2009 el corresponsal de la Casa Blanca de The New York Times, Peter Baker. Y ello sin volver a los días en los que el vicepresidente era una figura más decorativa que otra cosa, calentando el banquillo. Su inspiración radicaba más en Lyndon B. Johnson –quizá emulando a su jefe, quien no podía evitar parecerse a John F. Kennedy– que en Al Gore, cuya vicepresidencia giró en torno a sus ambiciones presidenciales.
MÉRITOS: Dada su autoridad y experiencia, y ayudado tal vez por su aparente desinterés en el puesto de su jefe, Biden ha acabado siendo, a pesar de todo, el segundo vicepresidente más poderoso en la historia del país. Se ha ocupado, sobre todo, de la política exterior del hegemón, con viajes por todo el mundo. Ha tenido el mérito de no haber chocado con los jefes de área, esto es, los secretarios de Estado, primero Clinton y después John Kerry. Imaginamos que su buen desempeño le ha llevado a plantearse, por tercera vez, participar en la carrera presidencial.
Tras el primer debate demócrata, que Clinton ganó con holgura, la ausencia de Biden se ha hecho muy presente. No obstante, sus posibilidades de victoria, sin dinero y sin apoyo en las encuestas, son escasas. ¿Por qué entonces los medios hablan tanto de Biden? Incluso Cheney le ha aconsejado que se postule: “Go for it”. Probablemente, porque su presencia le otorgaría picante a una carrera que no es tal, con una clarísima favorita. Y además a expensas de esta, pues los votantes de Clinton son muy parecidos a los de Biden, a diferencia de lo que sucede con los simpatizantes del tercero en liza, Bernie Sanders, a la izquierda de ambos.
Tal vez el mérito de Biden en esta carrera presidencial esté en hacer de nuevo de suplente de lujo, en este caso de Clinton. Las posibilidades de que Clinton descarrile son pocas, pero están ahí (véase el caso de los correos electrónicos). Los jerarcas del Partido Demócrata deben de tirarse de los pelos pensando en Sanders como rival de Jeb Bush, por ejemplo. Ahí es donde entraría en liza Biden, que no es ni cambio –Clinton tampoco, pero el hecho de que sería la primera presidente del país– ni progresista –las credenciales de Sanders en este apartado son indiscutibles–, pero que pocos dudan de que haría un digno papel. Un hombre de confianza, como podría definirlo Obama. La última voz en la habitación, como le gusta definirse a sí mismo.
O el vicepresidente más cool de la historia, con permiso de Julia Louis-Dreyfus, alias Selina Meyer.
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