Ibrahim Raisos-Sadat (Mashhad, 1960), más conocido como Ibrahim Raisi, ha entrado para quedarse en el escenario político iraní. Su candidatura a las elecciones del 19 de mayo ha despertado todo tipo de especulaciones sobre alianzas políticas que dibujan futuros muy diferentes para Irán.
Hasta su candidatura, publicada en un comunicado el 8 de abril, la carrera por la presidencia respondía a parámetros normales: todo apuntaba a la reelección del actual presidente, Hasan Rohaní. Político poco carismático y con una retórica moderada, Rohaní convenció en 2013 a unos ciudadanos que hoy están en gran parte decepcionados por el incumplimiento de algunas de sus promesas, sobre todo en términos de apertura social y mejora económica.
En este contexto de desafección ha emergido la figura de Raisi. Este clérigo de 56 años, y portador de un seyyed –como muestra de su descendencia de Mahoma– representa a las facciones más conservadoras o principalistas del país, por las que fue “ratificado” en el Frente Popular de Fuerzas de la Revolución Islámica o Jamna. Raisi no tiene una carrera política a sus espaldas, pero sí una amplia formación y ejercicio en el ámbito jurídico. Su participación como juez en la ejecución de entre 4.000 y 5.000 presos políticos en el verano de 1988 ha salido de nuevo a la luz a raíz de su candidatura a las presidenciales, aunque no ha empañado sus posibilidades de salir elegido. Más recientemente ha desempeñado el cargo de fiscal general, y es también fiscal de la Corte Especial Clerical. Organismo que condenó en su día a Hosein Alí Montazeri, ayatolá y heredero de Jomeini, a 21 años de cárcel. El hijo de Montazeri se ha pronunciado sobre la candidatura de Raisi, tildándola de una “broma e insulto al pueblo iraní”.
Pero Raisi tiene buenos contactos dentro de la red institucional del régimen donde ha ocupado distintos cargos desde la Revolución Islámica de 1979. Forma parte del círculo de confianza del líder supremo, Alí Jamenei, quien le concedió el control sobre la mayor organización benéfica de Irán y la más rica del mundo islámico, Astan Quds Razavi. Esta controla también el templo más visitado del país, el santuario del Imán Reza, al que acuden 30 millones de peregrinos al año. Asimismo, cuenta con el apoyo del líder espiritual de los ultraconservadores, el ayatolá Mohammad Taghi Mesbah Yazdi, que controla el Frente de Resistencia (con más de 30 diputados en el Parlamento).
Su discurso, aunque para algunos más coherente con los verdaderos tintes del régimen, es de un claro rechazo hacia Occidente. Esta retórica puede recordar a la del expresidente Mahmud Ahmadineyad, cuyo gobierno condujo a sanciones económicas internacionales que sumieron Irán en una grave crisis y que Rohaní no ha podido revertir. Ese paralelismo es usado por el propio presidente para advertir a la población de las consecuencias de un principalista como Raisi al mando del país.
Hay quienes opinan que su candidatura puede haber emergido con el objetivo de ganar más poder en el gobierno para los conservadores. Tras la muerte el 8 de enero de Hashemi Rafsanyami (presidente entre 1989 y 1997), se puso fin a lo que parecía un acercamiento entre conservadores y moderados. El hundimiento de puentes entre los dos sectores que dirigen Irán acentuará las rivalidades por la sucesión del líder supremo, que podría ocurrir a corto plazo. Cuando llegue el momento, Ibrahim Raisi estará en primera línea, ya que hoy cuenta con una considerable influencia para suceder a Jamenei y ser el próximo Velayat al Faquih.