“Mi voluntad de transgresión es más fuerte en la medida que he visto el sistema desde dentro”
Las ideologías son atajos mentales que facilitan el tránsito por la jungla política. Pero cada vez resulta más difícil encasillar a determinados políticos, que caminan como funambulistas sobre el eje tradicional de izquierda-derecha, deslumbrando a los votantes. Uno de los últimos en irrumpir en el escenario es Emmanuel Macron, quien el pasado agosto renunció a su cargo como ministro de Economía francés en el gabinete de Manuel Valls para dedicarse a construir un movimiento ciudadano, y al que todos ven, tardo o temprano, como una de las apuestas fuertes para presidir Francia, con el permiso de Alain Juppé y Marine Le Pen.
Las elecciones francesas no comenzarán hasta abril de 2017 y, por el momento, Macron es un precandidato sin partido ni plan. Pero sus andanzas sirven de ejemplo de cómo, en un escenario convulso, la política en Occidente pierde la rigidez de las últimas décadas y surgen nuevos referentes, nuevos estilos.
Hijo de médicos, y proveniente de una familia de empresarios chocolateros de Amiens, Macron se licenció Filosofía en la Universidad de París-Nanterre, se graduó en Ciencias Políticas en el Instituto de Estudios Políticos de París y, en 2004, terminó de manera brillante su paso por la Escuela Nacional de Administración París, vivero de las élites francesas, de donde salió como inspector de finanzas. Tras hacer un pequeña fortuna en la Banca Rothschild, Macron –militante del Partido Socialista desde los 24 años– pasó a engrosar el círculo de asesores de François Hollande, a quien ayudó durante la campaña electoral.
En 2012, Macron fue nombrado secretario adjunto de la Presidencia y su buena relación con el sector privado lo convirtió en un nexo de unión entre ambas. Ya con Manuel Valls como primer ministro, Macron asumió la cartera de Economía, Recuperación Productiva y Asuntos Digitales.
Hasta aquí, la trayectoria de un joven brillante, criando a la sombra de las elites, en su camino hacia la cúspide del poder. Sus siguientes pasos, sin embargo, hablan del cambio de ritmo que ha sufrido la política, donde todo sucede más rápido y todo se vuelve más líquido, permeable y confuso. Mientras aún era ministro, Macron fundó el movimiento En Marche !, para estupor de su padrino, Hollande, que lo llamó “traidor”, y enfado de Valls, que lo acusa de practicar un “populismo light”.
En Marche ! ha sido presentado como un espacio deliberativo desde el que realizar una evaluación del estado de Francia, destinada a diseñar, posteriormente, una hoja de ruta de propuestas concretas y consensuadas. Según explica Raquel Montes Torralba en Agenda Pública, hay dos elementos clave que definen el movimiento. En primer lugar, trascender la separación de la izquierda y la derecha, que para Macron son conceptos arcaicos, para lo que propone la división entre progresistas y conservadores. Y en segundo lugar, conjugar socialismo con liberalismo, ya que él se considera liberal: “El liberalismo es un valor de izquierdas”. Su objetivo declarado es “una apertura, una modernización, una transformación ideológica de la izquierda”.
Por el momento, como indica Carlos Yárnoz en El País, “los franceses lo prefieren como el mejor candidato de esa nueva izquierda reformista que él quiere encabezar, pero es en la izquierda donde más rechazo despierta”. Mientras, Macron lanza discursos anti-sistémicos desde el altavoz que le proporcionado el sistema.
La carrera hacia el Elíseo
En noviembre se sabrá quién es el candidato de la derecha francesa, tras las primarias de Les Républicains. El favorito es Juppé, a cuyos votantes potenciales apela Macron sin disimulo, frente a un Nicolas Sarkozy acosado por los escándalos y lastrado por su pasado. Y a principios de diciembre se espera que Hollande anuncie si se presenta o no a la reelección por parte de los socialistas. Una vez analizado el campo de batalla, se espera que Macron anuncie su intención de luchar por la presidencia en enero.
El escenario ideal de Macron, según escribe Pierre Briançon en Politico, es el siguiente: Juppé pierde las primarias y Hollande no se presenta. “El primero es improbable y el segundo no resolvería todos sus problemas”, apunta Briançon.
Por el momento Macron aparece extrañamente feliz como el candidato no candidato que lidera un partido que no es un partido, sobre la base de una plataforma que no es una plataforma. ¿Tiene sentido? Alfombra roja para el rostro de la nueva política.