APODO: The Donald.
FRASE: “Tengo un valor neto de 8.730 millones de dólares. No es para fardar. Es para demostrar que esta es la actitud que necesita este país.”
CURRÍCULUM: El caballero de la melena y el bolsillo dorados dirige un imperio inmobiliario y mediático desde la Torre Trump. Como gestionarlo le venía pequeño, decidió dar el salto a la política. Pero no como un multimillonario sobrio, al estilo de Michael Bloomberg. The Donald es la versión calvinista de Silvio Berlusconi y, por tanto, una aberración fascinante.
Su carrera política es una concatenación de absurdos. Se ha pasado gran parte de los últimos ocho años insistiendo en que Barack Obama no nació en Estados Unidos, sino en Kenia. En junio, cuando anunció su candidatura en las primarias del Partido Republicano, aprovechó para acusar a México de llenar EE UU con oleadas de “violadores y criminales”. Como eso no sentó demasiado bien entre millones de inmigrantes, y en especial entre un electorado latino sin el cual los republicanos lo tienen difícil de cara a 2016, Trump rectificó, aclarando que China es “aún peor” que México. También consideró juicioso insultar a John McCain, el senador republicano por Arizona, de no ser un héroe de guerra sino, más bien, un pringado al que el Viet Cong capturó (mientras McCain era torturado en Hanoi, Trump se recorría Manhattan en la limusina de su padre, debatiéndose entre ingresar en la empresa familiar o empezar una carrera en Hollywood).
Como los insultos a McCain tampoco sentaron bien en el partido que aspira a controlar, Trump optó por cabrear a un segundo senador republicano, Lindsey Graham, dando su número de teléfono en medio de un mitin. Graham respondió con un vídeo en el que destruye varios teléfonos como el suyo de formas a cual más creativa.
MÉRITOS: En este mundo posmoderno en que los clics dan dinero, nuestro rey Midas convierte en trending topic todo lo que toca. Incluida su gorra.
«Parte de mi belleza es que soy muy rico», asegura, sin complejos ni necesidad de abuela. A la lista de logros hermosos obtenidos por Trump hay que añadir su melena. Aunque tener pelo en la cabeza no entraría normalmente en la categoría de «logro», en el caso de Trump, el inaprensible ir y venir de sus cabellos por toda la mitad superior de su cráneo son la comidilla de medio Internet. Existe incluso una guía para imitar su peinado. Los que carezcan de la exuberancia capilar para cultivar semejante portento pueden raparse y depositar sobre su cabeza esta oruga, que ya ha sido bautizada como «la oruga Trump».
Aunque Trump no fuese a Vietnam, también es un hombre de acción. Hace un tiempo zurró a otro multimillonario, el empresario de la lucha libre Vince McMahon, en un episodio especialmente surrealista de WWE. Después, le rapó la cabeza.
Y ahora, lo mejor de todo. El ínclito está arrasando sistemáticamente en las encuesta de las primarias del Partido Republicano. ¿Cómo se dice “esperpento” en la lengua de Shakespeare?
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