En Holanda, las elecciones no son cosa de dos. Ni de tres. Ni siquiera de cuatro. Con un paisaje electoral históricamente fragmentado –ningún partido ha logrado jamás la mayoría absoluta–, los comicios generales del 15 de marzo se presentan disputadísimos, incluso para estándares holandeses. Sin embargo, algunos nombres se consolidan en los primeros puestos, entre ellos uno improbable: el de Alexander Pechtold, líder de Democrats 66 (D66), quien podría atenuar el escorzo hacia la derecha del Parlamento, dominado por el conservador Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) del primer ministro, Mark Rutte, y del ultraderechista Partido por la Libertad (PVV), de Geert Wilders.
Pechtold, de 51 años, no es nuevo en política, aunque su educación universitaria se desarrolló en el campo de la Historia del Arte y la Arqueología. Su militancia en D66 –fundado en 1966– se remonta a 1989. Fue ocupando cargos, desde concejal municipal en 1994 de Leiden (donde fue a la Universidad), hasta ocupar la presidencia del partido en 2002, cargo que compaginó con el de la alcaldía de Wageningen.
El 23 de marzo de 2005, tras la negativa del Senado holandés a un proceso de reforma para la elección de alcaldes presentada por D66, el entonces viceprimer ministro de Holanda y ministro para la Reforma del Gobierno y las Relaciones del Reino, Thom De Graaf, perteneciente al D66, dimitió. Pechtold le reemplazó hasta julio de 2006, cuando el D66 retiró su apoyo a la coalición de gobierno, el gabinete Balkenende II (2003-06), con la consecuente destitución de todos los miembros del mismo. Desde entonces, Pechtold ha venido siendo el lijsttrekker (cabeza de lista) del D66 en las elecciones nacionales de 2006, 2010, 2012 y 2017.
Cuando se presentó por el D66 en 2006, el partido ganó tres escaños. Ahora tiene 12. En estos comicios, Pechtold espera equiparar el record del partido, marcado en 1994, de 24 asientos parlamentarios. “El PVV y el VVD bajan en las encuestas, mientras que el CDA y el D66 avanzan”, explicaba en una entrevista a un medio holandés.
Como parte importante de su marca política, el candidato se muestra optimista acerca de un posible apoyo popular para su programa; a pesar de que su centrismo, con 28 partidos en las papeletas de estas elecciones, y casi la mitad de ellos creados a partir de 2014, puede ser atacado tanto desde la derecha como desde la izquierda.
El Parlamento holandés ha producido, históricamente, complejas coaliciones de gobierno, lo cual complica todavía más las previsiones tras los resultados. Una cosa parece clara: la mayoría de los partidos han rechazado pactar con el PVV de Wilders, lo que obligaría a Rutte a hacer malabarismos con al menos seis partidos.
Sosos, progres y europeístas
¿Qué papel juega el D66 en estos escenarios? Un profesor de la Universidad de Loughborough, en Reino Unido, definía al D66 en un artículo de Financial Times como un “ave fénix, bastante buenos reinventándose a sí mismos”. Y es que, parafraseando al propio Pechtold, cuando es la economía la que encabeza los temas de campaña “somos un poco sosos, estamos en el medio”. En cambio, en los comicios actuales es lo humano, las cuestiones de identidad –sobre todo religiosa– las que marcan el ritmo. “Cuando se trata de la educación, Europa o el sistema de salud, somos muy progresistas”.
Esa idea se defiende también en la página web del partido: el D66 se inscribe en una ideología centro-izquierdista de social-democracia y europeísmo fuerte. “Es la labor del D66 seguir enfatizando la importancia de una Holanda fuerte en una Europa fuerte”, explica en su perfil personal.
En el manifiesto para las elecciones de 2017, titulado “Más fuertes juntos. Oportunidades para todos”, defienden como sus puntos principales de acción política el crecimiento económico, la inversión en educación y en energías renovables, “pensar y actuar globalmente”, y preservar los derechos y valores fundamentales de la sociedad holandesa: libertad y equidad sin discriminación por ninguna circunstancia, soluciones pacíficas a los conflictos, libertad de expresión, buena gobernanza y la defensa del imperio de la ley.
Pechtold quiere llegar, a través de esta ideología internacionalista y abierta, sobre todo a la gente joven y educada del país. Un colectivo que no se siente representado por las ideas de Wilders ni de Rutte, que intenta ganarse a votantes del primero forzando sus posturas hacia la derecha todo lo que le permite el centro. Holanda, antes de la ola de extrema derecha, podía presumir de ser fuente de activismo liberal, sirviendo de “guía moral”, sobre todo por parte de colectivos LGTBQ+ y feministas. El D66 podría despertar a gran parte de esa población liberal y condensar el voto urbano para hacer un frente útil ante Wilders y Rutte.
La campaña está reñida, tanto que algunos candidatos han llegado a recurrir a herramientas de desprestigio, como la publicación en un tuit de Wilders de una foto retocada que mostraba a Pechtold participando en una manifestación pro-islámica. El escándalo le ha costado a Pechtold varias amenazas por parte de seguidores de Wilders. Se demuestra con esta renovada atención que el D66, con Pechtold al frente, puede ser una bisagra clave en el engranaje político que se conforme a partir del 15 de marzo. El partido podría marcar la diferencia en una Europa conservadora, impidiendo el desarrollo de políticas enfocadas especialmente hacia los grupos sociales inmigrantes del país.