Las elecciones legislativas de Venezuela, que se celebrarán el 6 de diciembre y en las que gran parte de la oposición ha rechazado participar, vuelven a poner el foco sobre la difícil situación que atraviesa el país. Al mismo tiempo, el relevo presidencial en la Casa Blanca plantea la posibilidad de que exista un consenso transatlántico respecto al futuro del país. Preguntamos a diferentes expertos por la posibilidad de que Estados Unidos y la Unión Europea alcancen una posición común sobre Venezuela.
¿Pueden Estados Unidos y la Unión Europea cooperar para reencauzar la situación en Venezuela?
MANUEL ALCÁNTARA | Catedrático de Ciencia Política y de la Administración e investigador en el Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca. Profesor visitante en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (Colombia).
La experiencia con respecto a ya más de 60 años de manejo “del tema cubano” desde Washington, principalmente, aunque también desde la más lejana y, en este ámbito, errática Bruselas, me hace ser pesimista con respecto a las relaciones de Estados Unidos y de la Unión Europea con Venezuela. La deriva de este país hacia un régimen inequívocamente autoritario, consumada tras la farsa electoral del 6 de diciembre, lo equipara con el caso de Cuba.
Si en Cuba se terminó estableciendo una “oligarquía consultiva”, en afortunada expresión de Carmelo Mesa Lago, en Venezuela la columna vertebral del régimen político la constituyen las fuerzas armadas y el control de la muy productiva minería, una vez que la fuente del petróleo se encuentra bajo mínimos. El ávido extractivismo que se produce en diferentes partes de Venezuela gestionadas por los militares es la gran prebenda que, sin control alguno, reciben del régimen de Maduro. Solo desde la perspectiva de reprimir ese flujo y controlar las corrientes de capital generado, EEUU y la UE podrán limar la posición de las fuerzas armadas en el tablero de la política venezolana y, en su caso, dividirlas debilitando su apoyo al oficialismo.
Por otra parte, se deberían coordinar las distintas acciones tendentes a propiciar la unidad de la oposición, sin la cual no habrá posibilidad real de alternancia que desmantele el andamiaje autoritario venezolano.
CARMEN BEATRIZ FERNÁNDEZ | Presidenta de DataStrategia Consultores. @carmenbeat
El año nuevo se iniciará con una oposición democrática disminuida y fragmentada, y con un Maduro acosado financieramente, al tiempo que avanza su juicio por crímenes de lesa humanidad. En ese escenario donde todos pierden, el entorno madurista muestra una ingenua esperanza de que la victoria de Biden en EEUU pueda aflojar el nudo de la soga que les ahorca. Les quedan lejanos esos días de prepandemia, hace menos de un año, cuando Guaidó era ovacionado por republicanos y demócratas en el discurso del Estado de la Unión, en un gesto singular de alianza bipartidista en tiempos de fuerte polarización.
Vana esperanza del madurismo, pues aunque las políticas demócratas hacia América Latina hayan sido distintas a las republicanas, las diferencias han sido tenues respecto al caso venezolano. Lo avanzado por el departamento de Estado en relación con las sanciones y la hoja de ruta para el rescate de la democracia no es fácilmente desmontable. Sin embargo, a dos años del reconocimiento de Guaidó como presidente interino y con el objetivo de derrocar a la dictadura no logrado, parece necesario reconducir la estrategia. En este punto, ¿cómo pueden EEUU y la UE cooperar?
Indudablemente, Europa se sentirá más cómoda con un Biden en la presidencia y una diplomacia más ortodoxa para reencauzar la cuestión venezolana hacia el cambio de régimen, pero también hacia la ayuda humanitaria. Borrell, España y El Vaticano podrían ser nuevamente actores importantes. La política de Estado respecto a Cuba, con Biden en el poder, puede cambiar y eso a su vez triangular y desencadenar otros cambios. Resulta llamativo que siendo Venezuela epicentro de un conflicto geoestratégico donde coinciden las grandes potencias (EEUU, UE, China, Rusia, a los que hay que sumar Turquía e Irán), una pequeña isla que posee una de las llaves para una posible solución haya sido excluida del concierto.
Al principio de su gobierno, Hugo Chávez ofreció al chavismo mandar hasta 2021. Estamos cerca de saber si acertó con su profecía…
JORDI CAÑAS | Eurodiputado de Ciudadanos y Vicepresidente de la Delegación en la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana. @jordi_canyas
La UE y EEUU pueden y deben colaborar para alcanzar su objetivo común: devolver la democracia a Venezuela. Ello requiere de una acción coordinada que trabaje en una estrategia compartida para lograr, cuanto antes, unas elecciones libres y democráticas, la liberación inmediata de los presos políticos y el fin de la persecución política a los demócratas. Pero también por empezar a preparar el día después, planificando un programa conjunto de ayuda internacional para la recuperación económica que permita la estabilización política del país y la consolidación de la democracia.
Venezuela se ha convertido, desgraciadamente, en una pieza en el tablero geopolítico global. Amenaza con ser utilizada por el régimen de Nicolás Maduro para mantenerse en el poder apoyándose en la divergencia de intereses en la región de China, Rusia y las democracias occidentales. Es por ello que es necesaria una unidad de acción de EEUU y la UE que aparque las diferencias, apueste por mantener el reconocimiento de la legalidad democrática de la Asamblea Nacional, rechazar el resultado de las elecciones fraudulentas del 6D, redoblar el endurecimiento de las sanciones económicas y penales a los miembros del régimen, reforzar el apoyo a los partidos democráticos e impulsar su unidad de acción, y negar cualquier legitimidad del régimen de Nicolás Maduro.
No será un camino fácil, pero el cambio de administración en los EEUU abre una ventana de oportunidad que no podemos perder, porque sin una coordinación de las estrategias transatlántica para resolver la situación política en Venezuela, el retorno de la democracia, y con ella la esperanza de millones de venezolanos, será más difícil. Y no podemos permitirlo.
JAVI LÓPEZ | Diputado en el Parlamento Europeo en el grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, S&D. @javilopezEU
El cambio en EEUU es una oportunidad para resetear la estrategia internacional sobre el país. EEUU y la UE tienen la obligación de jugar un papel constructivo, favorecer la negociación entre venezolanos, y empujar hacia un escenario electoral con garantías que permita la reconstrucción de la institucionalidad del país y abordar la grave situación humanitaria.
La Unión tiene legitimidad y capacidad para ser interlocutor con todas las partes interpeladas y debe utilizar todo el capital político a su alcance en ese sentido: es su obligación con el pueblo venezolano. Los esfuerzos realizados por el alto representante van en la dirección adecuada y propuestas como utilizar los recursos que Venezuela tiene bloqueados en el exterior con fines humanitarios, gestionados y distribuidos por Naciones Unidas, tienen harto sentido. Una estrategia de presión diplomática en favor del diálogo, acompañada por una dimensión humanitaria urgente, es el único camino que puede permitir una salida a la profunda crisis política del país.
El desabastecimiento alimentario, la falta de medicamentos y un acceso cada vez más exiguo a los recursos básicos ha generado un éxodo de venezolanos y venezolanas como nunca antes se había visto en la región, obligando a los países vecinos a hacer unos hercúleos esfuerzos en materia de acogida y atención de personas refugiadas. La UE y España han tratado la cuestión organizando una Conferencia de Donantes dirigida a esos venezolanos, y debemos continuar trabajando en ese sentido.
Las elecciones legislativas organizadas para el 6 de diciembre, en las que no participará la mayoría de la oposición, no representan un paso en la dirección deseada. La comunidad internacional, incluida la UE, ya ha determinado que no se dan las condiciones para un proceso electoral limpio, justo, transparente y en igualdad de condiciones que pueda dotar de verdadera legitimidad al resultado. Tendremos que persistir en nuestro trabajo diplomático en 2021, y para ello será crucial la coordinación con la nueva administración de Biden.
JOSÉ ANTONIO SANAHUJA | Director de la Fundación Carolina. @JASanahuja
La resolución de la crisis solo vendrá con un gran acuerdo entre venezolanos, pero los actores externos son cruciales. Hasta ahora, únicamente la UE y los miembros del Grupo Internacional de Contacto han apoyado una salida negociada, como la que promovió Noruega, que culmine con unas elecciones democráticas con garantías. Con Donald Trump, EEUU hizo de cualquier acuerdo el subóptimo a rechazar por una oposición convencida de que el régimen sería derrocado en algún momento, lo que les otorgaría todo el poder y la capacidad de destruir al chavismo; y también por un gobierno de facto convencido de que atrincherarse era su única opción. Esa política también dio espacio a Rusia y China en su apoyo al régimen.
Una salida negociada, como indica la experiencia de otros países, exige que ambas partes asuman que el acuerdo es la mejor o la única salida, que el statu quo ya no es posible ni deseable, y que el futuro va a ser peor. Con Joseph Biden, EEUU y la UE pueden coordinarse para crear ese escenario.
Supone, obviamente, no reconocer ni al ejecutivo de Nicolás Maduro ni una nueva Asamblea Nacional (AN) surgida de elecciones ilegítimas. Pero también implica no aceptar las pretensiones de la anterior AN y del presidente interino, Juan Guaidó, de extender su mandato más allá del 5 de enero para seguir controlando los activos en el exterior, lo que además puede frenar la necesaria recomposición de la oposición. Supone también hacer de las sanciones un incentivo para negociar, en vez de lo contrario, dando alguna salida política al régimen, y abordar las violaciones de los derechos humanos, conforme a la experiencia de otros países, de manera que no hagan imposible el acuerdo. Y, sea o no posible todo esto, sigue siendo imperativo dar respuesta a la crisis humanitaria, ahora agravada por el Covid-19.
IDOIA VILLANUEVA RUIZ | Responsable Internacional de Podemos y Eurodiputada en el Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo. @IdoiaVR
Una de nuestras premisas cuando hablamos de la política exterior de la UE es que debe construirse a través del principio de autonomía estratégica. Este principio está en el debate público, pero creemos que hay que es necesario desarrollarlo en todas sus implicaciones. Esto llevaría a que la Unión fuera capaz de actuar en los asuntos de política exterior de manera no subordinada a la agenda de EEUU, como viene ocurriendo.
¿Qué consecuencias tendría esto en Venezuela? Siempre hemos dicho que el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente a principios del año pasado –a toque de corneta de EEUU– fue un error y una irresponsabilidad. Reconocer como presidente a quien no tenía legitimidad ni control en su país nos metía en un callejón sin salida diplomático. Creemos que los acontecimientos nos han dado la razón. Guaidó no es hoy un actor relevante y no nos encontramos más cerca de la estabilización y la salida de la crisis social y política en el país. El reconocimiento se produjo en contra de la posición de algunos gobiernos europeos, empujados por la administración Trump, que veía en el apoyo a Guaidó la posibilidad de mover su agenda ultraconservadora en la región.
A partir de ahora, la UE no puede caer en el mismo error. Tiene que ser capaz de empujar a través de sus propios enfoques (lo que debería implicar un rol diferente del Grupo Internacional de Contacto, para que su trabajo sea realmente productivo), sin subordinaciones a la agenda de Washington en América Latina y acompañando unas elecciones con garantías. El cambio de rol en la cooperación con Joe Biden (cuya línea hacia Venezuela aún no está clara) puede conducir a la salida democrática de la crisis y no su profundización.
TEMIR PORRAS | Profesor invitado de Relaciones Internacionales en Science Po, París. Viceministro de Relaciones Exteriores (2007-2013) de la República Bolivariana de Venezuela. @temirporras
Todo depende de qué entendamos por “reencauzar la situación en Venezuela”. Desde enero de 2019, EEUU y la UE han cooperado en una política de “cambio de régimen” que ha sido impulsada esencialmente por la administración de Donald Trump, pero que fue secundada, apenas con matices, por Europa.
Por la fuerza o por la vía negociada, estadounidenses y europeos han colocado en el centro de la resolución de la crisis la exigencia de que Nicolás Maduro salga del poder. El reconocimiento de autoridades paralelas, la imposición de sanciones individuales y colectivas, o la apertura de causas penales han, por el contrario, contribuido al fortalecimiento del liderazgo interno de Maduro y a la consolidación del statu quo.
Con la llegada de la Administración Biden-Harris, Washington y Bruselas tienen la oportunidad de dar a su cooperación un cariz más productivo y pragmático que deje de ignorar la realidad política interna de Venezuela y busque desescalar el conflicto mediante la negociación de acuerdos parciales, sucesivos e incrementales. La construcción de confianza entre los actores del conflicto y la disminución de costos para quienes acepten hacer concesiones, son requisitos previos indispensables para que la alternabilidad en el poder sea, algún día, una posibilidad.
La cooperación entre EEUU y la UE será exitosa, en la medida en que contribuya a que Venezuela retorne, mediante un proceso soberano y no impuesto, al normal funcionamiento de las instituciones democráticas consagradas en su Constitución.
Excelente visión plural de un conflicto muy prolongado, desgastante y que por ahora sin salida que nos beneficie a los venezolanos.
Comparto el punto de vista del profesor Porras, respecto de la situación en Venezuela y añado, que definitivamente no me parece que la llegda del Sr. Biden sea una promesa de atención y reposicionamiento de Latinoamerica en su Agenda de Trabajo. Venezuela, como otros países de la región, necesitan cooperacción más injerencia en sus asuntos internos.
Los norteamericanos estarán mejor concentrándose en la recomposición de sus intereses internos antes que los externos, dada la complejidad de problemas en que los ha dejado la administración Trump.